Conversación entre hombres.
ADRIANO
Alessandro entró serio, como siempre.
Yo me senté detrás del escritorio mientras servía tres whiskys.
El hielo tintineó en los vasos; el silencio pesaba como plomo.
—Bueno —dije al fin, apoyando el vaso sobre la mesa—. Aquí estamos solos. Dime, ¿qué necesitas hablar?
Valerio respiró hondo y miró a Alessandro.
—Alessandro —comenzó—, sé que fomenté que tu madre hiciera todo eso contigo y con Alessia.
Y lo hice… porque estaba enamorado.
Mi primo apretó la mandíbula y yo también.
—La muerte de tu madre me pegó muy duro —continuó Valerio—. Siempre le di gusto en todo.
Si ella quería la luna, yo se la bajaba.
Pero por eso quiero disculparme.
Por no haber sido capaz de ponerle un alto mientras los maltrataba a ti y a tu hermana.
—¿Y qué se supone que debo hacer? —preguntó Alessandro con sarcasmo—. ¿Agradecerte por tan noble muestra de cariño?
—No —respondió Valerio sin perder la calma—. Solo quiero que sepas que lo lamento.
Alessandro bebió un sorbo y se recostó en el sillón.
Yo obse