ADRIANO
El sótano olía a óxido, humedad y miedo. La luz del único foco colgaba desnuda del techo, lanzando sombras que bailaban sobre las paredes manchadas. Los cinco prisioneros estaban atados a sillas de metal, los labios partidos, los ojos desafiantes, aunque el sudor y la sangre les chorreaban por la piel.
Yo estaba de pie frente a ellos, con Enzo a un lado, Gael fumando con calma fingida y Raid observando en silencio, como un depredador esperando el momento de atacar.
El primero escupió al suelo.
—No hablaremos.
Enzo soltó una carcajada oscura.
—Siempre dicen lo mismo. Y siempre terminan chillando.
Se agachó frente al hombre, tomándole la barbilla con brutalidad.
—¿Sabes lo que más odio de tu especie? Que se creen inmortales.
El hombre sonrió con los dientes ensangrentados.
—Somos los Bite of Death No tememos al dolor.
Mis ojos se entrecerraron.
—Entonces vas a amarlo, gracias por darnos sus nombres.
Asentí hacia Raid. Él sacó un hierro al rojo vivo de un brasero improvisado.