Buena niña.
El cuerpo terminó en puntillas cuando, desde las cuerdas que tenían unidas sus manos, él la jaló hasta su cuerpo. Se colgó de las manos unidas por el cuello, abriéndose espacio en su boca mientras, con ambas manos, le tomaba el rostro, deslizándose febril y sin control por esa boca que iba, lo más que podía, a su ritmo. Los gemidos no se hicieron esperar, y es que Melissa, al sentirse rozar su piel tibia, fuerte y marcada, sintió lo que era la necesidad.
Del cabello, tiró la cabeza femenina hacia atrás mientras la recorría con su boca, deslizándose por su mentón, su cuello, y poco a poco fue bajando por su pecho, tomando de alguna manera fragmentos de piel que, al chupar, terminaban con una marca rojiza que poco a poco se iba borrando. Melissa solo abrió la boca y los ojos con sorpresa cuando él deslizó una copa del sostén y se hundió en su boca el pezón endurecido, que luego mordisqueó entre los dientes.
—¡Ares!
—¡No me lo niegues! —soltó entre dientes cuando ella quiso alejarse de s