No Era Él.
Caelan me toma por los brazos apenas llega a mí, como si tuviera derecho a hacerlo. Como si mi cuerpo le perteneciera, como si yo fuese algo que él puede revisar, inspeccionar, asegurar.
Sus manos están calientes, demasiado calientes, para lo fría que estoy yo. Un choque térmico, un contraste violento. Calor invadiendo mi piel helada.
Y, sin embargo, mi primer impulso no es agradecer. Es retroceder.
—Elara, ¿qué pasó? —pregunta con la respiración agitada, como si hubiese corrido.
Su voz suena a preocupación, pero su preocupación es rara, casi ensayada, como si supiera qué decir antes de que yo pudiera siquiera explicarle qué había sucedido.
Mis labios tiemblan, todavía alterados por la experiencia en el ascensor, pero mi mente registra otra cosa: sus ojos.
Hay algo en su mirada.
Puedo sentir cómo recorren mi cara buscando heridas, marcas, algo. Demasiado rápido, demasiado preciso, demasiado eficiente para ser casualidad.
Es como si supiera exactamente dónde buscar.
Un especialista. Un