Diana Maldonado es la CEO de una importante corporación dedicada a la venta de software contable. Es una mujer muy sagaz para los negocios, ha conseguido todo lo que una vez soñó: Dinero, fama, poder, sin embargo, eso no es suficiente. Lleva casada cinco años con Rodrigo Vidal, formaban un matrimonio feliz junto a su pequeña hija, pero un error de él, ha congelado esa relación, y el corazón de Diana se ha convertido en un témpano de hielo. Es una mujer solitaria, ávida de cariño, ya no confía en los hombres, hasta que un amor del pasado vuelve, y ella creyendo llenar aquel vacío en su alma: comete una infidelidad. Ese gran error le hace dar cuenta de quién es su verdadero amor, sin embargo, cuando cree recuperarlo, la noticia de un embarazo desmorona sus esperanzas, por qué no sabe si el bebé que espera es hijo del hombre que ama, o es producto de una noche de aventura. A Diana la han llamado mujerzuela, golfa, y un sinnúmero de calificativos despectivos, y han sido las mismas mujeres las que la han criticado. ¿Acaso una mujer no puede tener un momento debilidad? ¿Por qué a los hombres se los absuelve y justifica sus deslices? ¿Será capaz un varón de perdonar la falta de su mujer? Obra registrada en el Instituto de Propiedad Intelectual de Ecuador. ©Angellyna Merida, 2018. Registro de Safe Creative: 2011195935761 Prohibida su reproducción total, o parcial sin permiso de la autora.
Leer másSentada en la sala de espera de aquel enorme hospital, la duda, la incertidumbre, el miedo de conocer los resultados de aquellos análisis atormentaban la mente y el corazón de aquella mujer que en un momento de debilidad y gran confusión cometió un grave error que quizás había tenido consecuencias.
Diana Maldonado tenía la garganta seca, las manos temblorosas, en ese instante no era la gran empresaria, y mujer de negocios que de la nada fundó un gran emporio. La que estaba ahí era un simple ser humano que podía perder lo más importante en su existencia... el amor de su vida.
Los minutos se hacían eternos, hasta que la puerta del consultorio se abrió:
—Por favor sigan —indicó muy amable la doctora.
Mientras su amiga la esperaba, ella pasó al consultorio.
—Tome asiento —solicitó la ginecóloga.
La mujer así lo hizo con nerviosismo se sentó, entonces la doctora se colocó los lentes para leer los resultados de los análisis, mientras los leía asentía con la cabeza, entre tanto ella esperaba con ansias conocer el resultado.
—¿Qué es lo que tengo doctora? —Enarcó una de sus cejas.
—Felicidades, señora, usted está embarazada.
Esa palabra repicó en la mente de aquella atormentada mujer, no podía ser tanta la mala suerte que se cargaba, justo cuando su matrimonio se había estabilizado y por fin era feliz junto al hombre que amaba, le llegaba esta noticia.
—¿Puedo saber cuánto tiempo tengo de embarazo? —averiguó con la mirada llena de confusión.
La doctora le hizo seguir a la camilla para proceder a examinarla. Luego de pasar el doppler y hacerle las preguntas de rigor, la ginecóloga habló.
—Usted cuenta con seis semanas de embarazo —afirmó.
Ella cerró los ojos apretó los dientes, el niño que esperaba podía ser hijo de su marido, como del hombre con el que tuvo una aventura de una sola noche.
Salió del consultorio con el rostro desencajado. Se veía pálida, mantenía la mirada perdida. No sabía qué hacer, lo que sí tenía claro era que el momento de confesar su aventura había llegado, y que posiblemente su marido no entendería, era como si la vida le estuviera cobrando con creces sus faltas.
—¿Qué te dijo la doctora? ¿Por qué tienes esa cara? —preguntó su amiga.
—Estoy embarazada… —murmuró con los labios temblorosos.
—¡Es una gran noticia! —exclamó llena de júbilo la otra mujer—, tu marido se va a poner feliz.
Ella, la observó con lágrimas en los ojos, y los labios tiritando sin poder contener su tormento.
—Mi marido no me va a perdonar… —susurró, llevándose las manos al rostro— sé que me vas a tratar de inmoral, de irresponsable, de zorra y hasta de pu…
La otra mujer interrumpió:
—No digas eso, somos amigas —reprochó—, si no me cuentas lo qué pasó no podré entenderte.
Ella frunció el ceño, se secó las lágrimas, esbozó una ligera sonrisa.
—Estoy segura de que me vas a sentenciar, porque somos las mismas mujeres las que nos juzgamos entre sí... fui infiel —declaró, asumiendo su falta prosiguió—. Acepto mi culpa, sin embargo, nadie sabe los motivos que me llevaron a cometer ese error, y sé que el mundo entero me va a tildar de mujerzuela, porque para la sociedad las mujeres debemos perdonar las infidelidades y los agravios de los hombres, pero cuando nosotras hacemos lo mismo todo el mundo nos reprocha —resopló—. Asumiré las consecuencias de mis actos, pero quién esté libre de pecado que lance la primera piedra y me condene.
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Queridos lectores este es el tercer libro de la Serie Romance, si has llegado por casualidad, no hay problema, lo puedes leer, pero si deseas seguir el orden, los dos anteriores son: Un contrato por amor, y Déjame decir que te amo.
Por otro lado, les advierto que esta historia tocas temas fuertes, como la infidelidad, si eres sensible a ese tipo de historias es mejor no leer, aclaro que no apoyo la infidelidad, sin embargo, siempre toco en mis libros temas fuertes, y este es uno muy común. Si deciden leerla, deben tener la mente abierta y lo principal respeto a los protagonistas, no voy a permitir insultos ni agravios en contra de los personajes. Recuerden que nadie es perfecto.
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En F*: Si me ves llorar por ti by Angellyna Merida.
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Meses después. New York- Usa. Isabella corría por los amplios jardines de la mansión Vidal, jugaba feliz con su mejor amiga Katty, mientras esperaba la llegada de sus padres y su hermano recién nacido: Santiago. Un par de minutos después escuchó el motor de los autos, entonces a toda prisa ingresó por la cocina, y apareció en la sala, esbozó una amplia sonrisa cuando observó a su mamá entrar. La mirada de Diana se iluminó al ver a su hija, la llamó con la mano para que se acercara y la abrazara con cuidado, pues le dolía la herida de la cesárea que le practicaron. —Hola mami —expresó con cariño. —¿Puedo conocer a mi hermanito? —indagó con curiosidad.
Diana giró su rostro levantando su mirada, aquella voz hizo que su corazón diera un brinco dentro de su pecho, las lágrimas se apoderaron de su rostro, se llevó las manos a la boca sin poder dar crédito a lo que veían sus ojos, parpadeó varias veces para estar segura, mientras él la observaba con ternura, entonces deslizó su pañuelo para limpiar su hermoso rostro. Diana se puso de pie, y sin pensarlo, un segundo se lanzó a los brazos de él, rodeándolo por el cuello, volviendo a sentir el calor de su cuerpo, el aroma de su piel, y la seguridad que sentía estando en sus brazos. —¡Mi amor! —sollozó casi sin poder hablar. —¡Despertaste! ¡Regresaste conmigo! Rodrigo, la estrechó con fuerza entre sus brazos, aspirando de nuevo su exquisita fragancia, volviendo a sentir su calidez, sosteniendo el cuerpo de su esposa en sus brazos. — Sí, soy yo, tu gran amor. ¿Pensabas que me iba a rendir? —cuestionó, mientras le tomaba de la barbilla para mirarla a los ojos—
Seis meses después.Mar de las pampas— Argentina.La brisa del mar jugaba con el oscuro y hermoso cabello de Diana e Isabella, ambas corrían de la mano, sintiendo la calidez de la arena en sus pies mientras jugaban con las olas del mar.Gonzalo, observaba desde el balcón de su habitación aquel cuadro, que permanec&i
Eran casi las 5:00 pm cuando Diana, concluyó parte de su trabajo, les brindó un receso a sus gerentes para ella también descansar un poco, regresó a su oficina, llamando de nuevo a su casa para constatar que Isa, estuviera bien, habló varios minutos con la niña, luego de colgar la llamada se recargó en su sillón las lágrimas de emoción que había estado conteniendo durante la junta brotaron de sus ojos. Supo en ese momento que sus esfuerzos y sacrificios habían valido la pena, así como varios clientes se marcharon, otros vinieron y su empresa no se quebró, al contrario, resurgió, junto con ella y su equipo, sintió su pecho henchirse de orgullo, limpió sus lágrimas tomando entre sus manos el retrato de Rodrigo. —Valió la pena mi amor... ahora solo falta que despiertes, te necesitamos tanto —sollozó, en ese instante el intercomunicador sonó. Diana tomó un pañuelo facial para limpiar su rostro. —¿Qué sucede? —Señora, el agente García, desea verla. —Hazlo pasar po
New- YorkUna hora después los camarógrafos colocaron los micrófonos a Diana, y Christine, las dos mujeres ocuparon dos sillones como si fuera una charla de amigas.Las cámaras enfocaron a la rubia presentadora, para iniciar la entrevista:—Soy Christine Pierce, el día de hoy me encuentro con Diana Maldonado, la mujer que ha dado mucho de qué hablar en estos días, ella nos ha recibido en su oficina, y con gusto va a responder las preguntas que le pienso realizar esta mañana. —La mujer dirigió sus ojos azules a la luz de la cámara.—Diana, bienvenida a mi programa, agradezco que hayas aceptado concederme esta entrevista.—Buenas tardes —saludó con seriedad la elegante dama, quién esa mañana lucía una chaqueta a cuadros cruzada en su cintura, y unos pantalones de vestir negros, la mujer cruzó su pierna con sutil
Horas más tarde Diana, permanecía con los ojos cerrados, sosteniendo a Isabella, en sus brazos, mientras la pequeña dormía. La joven empresaria observaba el rostro angelical de su niña y no podía comprender la maldad y prejuicios de la gente. De repente su móvil sonó, lo tomó en sus manos mirando que la alerta era de un correo electrónico, lo abrió, alzando una de sus cejas con sorpresa. Se llevó el dedo índice a los labios, pensativa, dejó a Isabella, en la cama y se dirigió a su despacho, ahí reviso toda la información; sin embargo, no podía confiar, así que llamó a Gonzalo. —Buenas noches, disculpa interrumpir a esta hora —habló Diana. El abogado estaba recostado en su cama al momento que su móvil sonó al ver que era ella, se sentó de golpe para responder. —No te preocupes. ¿Tienes algún problema? —Acabo de recibir un correo y deseo corroborar
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