Mi nombre es Candice Felmithon, y después del fatídico accidente que cambió mi vida, pasar el verano en la casa de la tía Jenny resultaba poco alentador, hasta lo conocí, con su arrogancia y altanería puso mi mundo de cabeza. Si tan solo hubiera sabido que dolería... Mi nombre es Damon, y después de haber encontrado a mi chica tirándose a mi mejor amigo, el verano resultaba un infierno hasta que llegó aquella muñequita rubia, su inocencia y su pasado fueron los causantes de que iniciara aquel juego, en donde al final mi gran secreto terminaría por romperle el corazón. ¿Crees en los cuentos de hadas? Porque esta historia sin duda, no es uno de ellos. •Eres la lluvia que desata todas las tormentas que existen en mi corazón. •Y tú, el torbellino que arrasa con mis sentimientos. Grita, no olvides gritar mi nombre.
Leer másSus labios chocan contra los míos al tiempo que una descarga eléctrica recorre todo mi cuerpo. Su lengua juega con la mía y sus manos se deslizan a un costado para aferrarse a mi cintura. Nuestras respiraciones chocan entre sí provocando que una cortina cálida de aliento se filtre entre nuestras bocas. Edwin se separa para que mi cuello sea ahora el protagonista, me besa con desenfrenada pasión, gruñe cuando se enciende y sus caricias aumentan a cada segundo.
—Eres tan dulce Candice... —susurra en mi oído.
—Edwin... para...
Pero no me presta atención. Sigue con su recorrido por mi piel, un reguero de besos me envuelven en un manto delicioso de placer. Tomo una enorme bocanada de aire al sentir como desabrocha con destreza mi blusa, los botones salen casi disparados al último momento.
Su mano llena uno de mis senos y comienza a bajar la tela blanca de mi sostén, dejando al descubierto mi pecho, un gruñido masculino brota de su garganta mientras sus pupilas dilatadas con destellos verdosos y motas oscuras me admiran.
—Eres la mujer más hermosa que he visto en mi vida, Candice —se remoja los labios y traga duro.
—Y tú eres el chico más mentiroso del mundo —suelto una risita.
—¿Acaso dudas de mí? —entrecierra los ojos y me parece que es el gesto más tierno y sexy que he visto jamás.
—No —niego con la cabeza pero no puedo evitar esbozar una sonrisa.
—Más vale que digas la verdad Candice, porque hablo muy en serio cuando te digo que te amo con toda mi alma, y que eres la mujer indicada para mí —me acomoda un mechón castaño de mi cabello y lo coloca detrás de mí oreja—. ¿Qué hiciste conmigo Candice?
—Amarte, eso es lo que he hecho, conocerte realmente como eres —respondo anhelando sus caricias de nuevo, por lo que armándome de valor, enrrosco mis brazos alrededor de su cuello y lo atraigo hacia mí, dejando una basta y corta distancia entre nuestros labios—. Te amo como nunca amaré a nadie, eres el único.
—¿Lo prometes? —sus ojos brillan.
—Lo prometo —le aseguro.
—¿Siempre?
Recorro con la mirada su perfecto perfil, su mandíbula cincelada, su barbilla partida, sus labios... y sé que él es el indicado. Lo cierto es que no podía imaginarme una vida sin él, sin sus sonrisas, sus chistes malos, su carácter explosivo, ese que nadie podía manejar, solo yo.
—Siempre —afirmo.
Sonríe y el mundo se colorea mejor con la luz que desprende, me besa, esta vez su beso es más efusivo, más ardiente, penetra mi boca con su lengua, abre mis piernas y deja caer su cuerpo sobre mí. Comienzo a temblar de placer, de deseo, él parece percatarse porque detiene el beso y se separa, su pecho sube y baja consecuencia de su respiración agitada.
—Tranquila Candice, nada va a pasar, hasta la graduación, te lo prometí —dice Edwin regalándome un casto beso en la punta de la nariz—. Pero tienes que estar preparada, porque esa noche serás mía y nadie lo podrá impedir.
—Y tú serás completamente mío.
—Nena, desde aquella parada de taxi en el aeropuerto, estabas destinada a ser para mi —coloca la palma de su mano sobre una de mis mejillas—. Mía por siempre.
Suelto una sonora carcajada.
—Nunca imaginé que ese chico tan tosco, huraño, arrogante y mujeriego iba a enamorarse de mí.
—Totalmente loco por ti.
—Y yo de ti, pero creo que es mejor que lo dejemos para la noche de graduación —le guiño un ojo—. Será nuestra noche.
—Eso es seguro, a más de que te tengo una sorpresa.
Abro los ojos como platos.
—¿Y de qué trata? —le preguntó llena de ansiedad y curiosidad.
—Ya lo verás.
—Bien, tú ganas.
Esa tarde Edwin y yo pasamos un día completo abrazados, en su habitación, discutiendo sobre los protagonistas de la serie con la que ambos teníamos una ligera obsesión.
—Damon es lo más cool que he visto en la vida —espeta—. Es mucho mejor que Stephan, él es un cobarde ¡no hace nada para salvar a Elena!
—¡Claro que sí! —Salgo en defensa del hermano menor de los Salvatore—. Stephan siempre cuida de ella.
—Pero al final siempre es Damon quien hace todo el trabajo sucio y la salva, él se lleva todo el crédito —resopla.
—Pero es malo —niego con la cabeza.
—Es bueno, es el mejor vampiro, Elena debería dejar de jugar al tonto y quedarse con él —sonríe porque sabe que ya ha ganado.
—Sabes, tienes razón, es sexy —me cruzo de brazos.
Edwin guarda silencio unos segundos, analizando una posible respuesta pero al final sonríe.
—¿Te digo un secreto?
—Vale.
—Si yo no estuviera a tu lado, me gustaría que salieras con alguien que se llamara Damon —encoje los hombros—. Como Damon Salvatore, creo que los que se llaman así son de buenos sentimientos.
—No digas tonterías, tú siempre estarás a mi lado —le doy un pequeño golpe a puño cerrado en el brazo—. Edwin es un nombre que me gusta.
—Lo sé.
Sonrió pero noté en su mirada algo, una tristeza que aunque pareció efímera, se ancló unos segundos en sus ojos para después desaparecer, dándole cabida a la misma felicidad que ya conocía.
—Te amo Candice.
—Y yo a ti, Edwin.
Aeropuerto de Arizona, dos años después.El cálido sol y la ligera brisa pesada, hacen que mi cuerpo se estremezca cuando pisamos la tierra de mis sueños, han pasado dos desde que Edwin y yo nos convertimos en marido y mujer, no ha sido fácil, su carácter siempre ha sido explosivo y el mío poco dócil, pero el amor nunca ha dejado de existir, pese a las peleas, los celos y las dificultades a las que nos hemos enfrentado, seguimos juntos, amándonos con loca pasión. Y ahora estábamos de visita en Arizona, tenía muchas ganas de ver a mi tía Jenny.—Odio el sol —resopla Edwin cuando mete la última maleta al taxi—. El calor es insoportable, pero sabes qué es lo único bueno.
Aún sigo intentando procesar todo, ¿cómo era posible que se tratase de un sueño? Se sintió cada cosa tan real que me sentía fuera de realidad. Y ahora no podía dejar de abrazar a Edwin, me encontraba como jodido Koala con los brazos rodeando su cuello, a tal punto que no me importaba asfixiarlo.—Entonces conociste a un tío llamado Damon, que casi muere y te casaste con él y estabas embarazada de ese cabrón —dice Edwin—. No sé cómo debo sentirme, pero quiero matar a ese pendejo.Edwin no estaba muerto, respiraba, a mi lado, era lo que importaba, todo había sido un sueño, ignoro las palabras punzocortantes de Edwin, me separo y plasmo mis labios con los suyos.—Nunca
Damon me penetra profundamente al tiempo que me arqueo soltando un gemido, no lo venía venir tan pronto pero un calor se coloca en vientre bajo y sonrío por la noticia que le espera mañana. Damon comienza a embestirme y yo me propongo disfrutar sin hacer demasiado ruido o de lo contrario terminaré por despertar las sospechas de todos. Recorre mi cuello con la dulce guía de sus besos y ligeros mordiscos cobre mis pechos, ambos nos entregamos a la pasión, al amor, fue una noche perfecta en la que como siempre terminábamos amándonos y gritando nuestros nombres hasta que las fuerzas nos vencían y el cansancio se hacía presente.A la mañana siguiente me desperté con una nota de él diciendo que me esperaba en el altar y que no llegara tarde. Sandra, mi madre y mi suegra no tardaron en llegar y abrumarme
La brisa del mar golpea mi rostro dándome una sensación de frescura, mis ojos capturan el momento exacto en el que una ola choca contra la enorme roca que se encuentra a unos cuantos metros a mi lado, estar en el lugar en el que inició todo me llena de paz. Han pasado ya unos cuantos veranos y ahora a mis 25 años me encuentro plena y dichosa de la vida que estoy llevando. Mañana es el gran día de mi boda, después de estudiar y batallar mucho en mi relación con Damon, hemos logrado complementarnos el uno con el otro, logramos superar muchos obstáculos que aparecieron en nuestro camino, aprendimos mucho en estos años y convertimos diariamente los malos ratos en un aprendizaje bueno. Cada que pienso en todo lo que hemos tenido que recorrer para que llegara este día, me inunda de una indescriptible felicidad. Toco mi vientre plano con delicadeza y respiro hondo.
ACTUALMENTE...—Candice...La voz de Damon me regresar a la realidad. No sé cuánto tiempo he estado llorando pero lo que sí sé es que me siento mucho mejor, es como sí me hubieran quitado un enorme peso de encima.—Eso solía decirme Edwin cuando pensaba que nada nos podía separar —confieso con voz casi audible—. ¿Te dijo algo más?—Sí, pero para Armand —me responde en un tono sereno—. Creo que era un buen tipo, sabes, me dijo que siempre estaría a tu lado cuando lo necesitaras y que todo este tiempo te escuchó.Enterarme de eso me dejaba tranq
No puedo dejar de pensar una y otra vez en el momento exacto en el que Damon despertó con mi nombre en sus dulces labios. Por un momento creí que lo había perdido para siempre, pero ese 2% fue nuestro y ganamos la batalla. Ha pasado una semana entera en la que Damon ha permanecido en observación y le han estado haciendo estudios, al parecer todo va bien, no hay rastros del tumor que le extrajeron pero se queja todo el tiempo de la mala comida. Aunque Dave no lo demuestra y se comporta como un idiota frente a él; peleando o diciéndole vegetal viviente, sé que en el fondo está igual de feliz que yo. Por otro lado Armand se ha preocupado por mi salud, al parecer no se trataba de un embarazo, tenía bajas las defensas y me faltaban vitaminas, de haber seguido en ese estado pude haber desarrollado una severa anemia. Pero al estar Damon con vida mi apetito había regresado. Y a
Último capítulo