AMBER PIERCE
La mansión parecía tan silenciosa sin ellos. Byron no había regresado con Steve, y no sabíamos nada de Jazmín y Dylan. No quería preocuparme, pero era imposible después de todo lo que había pasado.
Sentada cerca de la ventana con Jeremy acurrucado sobre mi pecho como un gatito con frío, esperé.
—Señora, le traje un poco de té —dijo Elvira con media sonrisa, ofreciéndome la taza—. También le traje sus vitaminas prenatales. Recuerde que debe cuidar a esos bebés.
Le sonreí de medio lado y tomé mis pastillas.
—¿No has tenido noticias de Byron? —pregunté apretando la taza entre mis manos mientras Elvira se sentaba frente a mí, viendo con una mezcla de lástima y piedad los moretones en mi rostro.
Extendió su mano y con el dorso acarició mi mejilla suavemente mientras negaba con la cabeza.
—No, mi niña, no se ha comunicado —susurró con suavidad.
—¡Exijo verlo! ¡No puede desaparecer y hacerse el desentendido! —gritó alguien desde la entrada, rompiendo el silencio y la armo