JAZMÍN HERRERA
—No, ustedes se hicieron esto al meterse conmigo —contestó Anthony inclinándose hacia mí, tomando un mechón de mi cabello y frotándolo entre sus dedos—. Ese estúpido corredor de autos recibió su merecido y tú también lo harás. No creas que me he olvidado de lo que hiciste.
—Curioso… porque el mundo parece que no se dio cuenta —dije sin apartar mi mirada de la suya—. Es como si lo que ocurrió nunca hubiera existido. Ningún noticiero habla del caos en la avenida, el choque contra la juguetería o el auto que saltó del puente.
—Tanto tiempo trabajando con Byron y ¿aún no entiendes como todo esto funciona? —preguntó fingiendo confusión antes de retroceder—. Tu amigo ya se va. Me imagino que no quieres dejarlo solo en sus últimos momentos.
Señaló la ambulancia en la que ya habían subido a Dylan.
Retrocedí sin apartar mi atención de Anthony y cuando di media vuelta, su teléfono sonó. Aproveché la distracción para correr hacia la ambulancia y entrar antes de que me cerraran