BYRON HARRINGTON
Desperté antes que Amber y me quedé tiempo suficiente para verla dormir con esa calma que la hacía ver preciosa. Cuando Jeremy empezó a moverse, lo tomé con cuidado y lo llevé en mis brazos, aún adormilado, fuera de la habitación.
—Mamá está muy cansada, no podemos molestarla —dije en cuanto bajábamos las escaleras.
—Quiero a mi mami —refunfuñó colgándose de mi brazo como ropa mojada.
—Se llama tolerancia a la frustración y hoy la vas a aprender —contesté sabiendo que me esperaba un berrinche monumental en cuanto vi su ceño fruncido y sus ojos llorosos.
—¡Yo quiero a mi mamá! —soltó antes de que llegáramos al último escalón y se aferró a mis ropas—. ¡Mamá!
Señaló hacia arriba y frunció aún más el ceño.
—Mamá no —dije con firmeza antes de seguir hacia el comedor mientras Jeremy inflaba las mejillas como globos.
—Es normal, está en la edad —dijo Elvira al vernos entrar, colocando el desayuno sobre la mesa—. Además, sufrió mucho con la desaparición de la señora.
—¿En