JAZMÍN HERRERA
—¿Cómo? —pregunté sorprendida.
—Se fue incluso antes que Steve —agregó mientras yo salía de la cocina corriendo y me asomaba al jardín. Frente al pórtico ya no se encontraba Christine.
—¿A dónde fue? —pregunté en un susurro—. ¡Ese tonto! ¿Qué no ve que es muy peligroso que nos separemos? En estos momentos debemos de estar unidos, avisar a dónde vamos y no salir solos.
Me arranqué el delantal y salí directo hacia mi motocicleta mientras Elvira gritaba mi nombre a mis espaldas, queriendo que regresara. Salí de la mansión al principio sin saber dónde buscarlo, pero era obvio, el autódromo.
***
—¡Señorita, no puede entrar ahí! —exclamó un guardia de seguridad mientras yo avanzaba llena de determinación hacia los «pits»—. ¡Ey, deténgase!
Entonces lo vi, Dylan, viendo algo en una tabla que uno de sus trabajadores sostenía ante sus ojos. Llegué directo hasta él y lo empujé con ambas manos, haciéndolo girar hacia mí con sorpresa.
—¿Jazmín? —preguntó como si no se esperara ver