BYRON HARRINGTON
Me quedé un par de minutos del otro lado de la puerta, furioso porque terminara la conversación de esa manera, quedándose con la última palabra, pero al mismo tiempo confundido, porque la indignación en su voz me avisaba que estaba herida y no me embargó la satisfacción que pensé que sentiría.
—Permítame ayudarle, señor Harrington —susurró la enfermera detrás de mí, mientras sus manos se movían por mi brazo, subiendo hacia las solapas de mi saco para quitármelo. Con una sola sacudida, firme y sutil, me la quité de encima.
—No me toques —sentencié antes de dejar mi bastón en su lugar habitual. La tensión y confusión en el ambiente era el reflejo de la enfermera que había guardado silencio y desistido de intentar una vez más ayudarme a desvestir.
—Señor Harrington, pensé que quería bañarse —contestó ella confundida y con voz que ya no tenía picardía sino más bien desconcierto.
—Puedo hacerlo solo —contesté dejando el saco sobre el perchero y caminando directo hacia