Mundo ficciónIniciar sesiónAMBER PIERCE
Acompañé a Byron en silencio y sonriendo. Recibiendo los halagos de la gente que nos rodeaba con cortesía. Fingiendo que ese mundo también me pertenecía mientras la mano de mi ahora esposo se mantenía de manera posesiva sobre mi espalda baja, erizándome la piel cada vez que se movía un poco.
—Señora Harrington —dijo la niñera que había cuidado de mi bebé durante toda la ceremonia, acercándose con él.
—Mi bebé hermoso, como te extrañé —contesté con una voz suave y natural, extendiendo mis brazos hacía mi pequeño que me sonrió en cuanto me escuchó. Ver sus ojos iluminándose al reconocerme solo me hacía amarlo más.
—Pareces muy encariñada con él —dijo Byron a mis espaldas. Su voz era neutra y profunda. Abracé al bebé contra mi pecho, dejando que sus manitas juguetearan con los mechones de cabello que escapaban de mi peinado. Volteé lentamente hacia mi esposo y después de tragar saliva, volví a modular mi voz.
—¿Cómo no voy a estar encariñada con él? Es nuestro hijo.
—Apenas lo conociste. —Su voz sonaba como un reclamo sutil y aunque no podía ver sus ojos, podía imaginarme que los entornaba con desconfianza, o tal vez era solo mi paranoia—. Pensé que lo que más esperabas era la boda y por fin ser mi esposa.
Abrí la boca, pero pronto la cerré. Me sentía en un interrogatorio lleno de minas.
—Tengo que hablar todavía con algunas personas aquí, inversores y socios. Cuando termine te quiero encontrar en nuestra habitación, lista. ¿Entendido? —soltó sin emoción y me dio la espalda casi de inmediato. No empataba con la imagen que recordaba de él. Sí, parecía frío, pero no con la mujer con la que se iba a casar. La verdadera.
Si ya me había descubierto, ¿por qué no lo decía? Y si no me había descubierto, ¿por qué me trataba así?
—Por aquí —dijo la mujer que había cuidado a nuestro hijo, con una sonrisa gentil y ensayada.
***
—Nunca supe de dónde la sacó, pero desde la primera vez que la vi, no confíe en ella. Sabía que lo único que le gustaba era su estabilidad y su dinero —dijo la señora Harrington mientras caminaba por la habitación, acomodando todo con meticulosidad—. ¿No es lo que toda madre teme cuando una mujer se acerca a su hijo?
Levantó por fin su atención hacia mí, con una sonrisa aguda pero la mirada herida, mientras yo mecía a mi pequeño bebé, que balbuceaba queriendo entablar una plática, mientras sus ojos me veían fijamente.
Era una cosita tan hermosa que me lo quería comer a besos. Su simple existencia me hacía sonreír con el corazón.
—Su accidente fue… traumático. No solo perdió sus ojos como ya lo habrás notado. Esa mujer se fue sin mirar atrás como una ingrata —agregó la señora Harrington, viéndome con melancolía fría—, pero… ¿qué podíamos esperar de alguien que no quiso llevar en su vientre a su propio hijo para no perder su «perfecta» figura?
Entonces lanzó una tela liviana sobre la cama. Se trataba de un «babydoll». ¿Esperaba que lo usara?
—Si tanto odiaba a esa mujer para su hijo, si no la quería, ¿por qué hacer todo esto? ¿Por qué fingir que yo soy ella? —pregunté frunciendo el ceño en cuanto la niñera se acercó para tomar al bebé. Por un momento lo estreché con más fuerza, la idea de soltarlo me desagradaba, pero aun así terminé cediendo.
—Podré odiarla, pero mi hijo la adora. Si él se entera de que lo abandonó apenas supo que quedó ciego, podría herirlo profundamente y para mí, mi prioridad, es él. No voy a dejar que se pierda por culpa de una mujer como ella —contestó con rabia contenida—. Arréglate para él. Perfúmate y no comentas ni un solo error.
»Te juro que, si te descubre, no solo te cobraré cada centavo que te he dado para salvar a tu madre, sino que arruinaré tu vida y hablo en serio —sentenció antes de salir, acompañada de la nana y mi bebé, dejándome sola en esa enorme habitación, con el «babydoll» de seda y encaje sobre la cama.
¿En verdad tenía que vestirme así? No era como si Byron lo fuera a notar, mucho menos a valorar. Sonreí de medio lado divertida por esa idea silenciosa antes de bajar el cierre del vestido, dejándolo caer al piso antes de tomar la lencería y meterme al baño para quitarme todas esas capas de maquillaje y laca para cabello, para que el agua caliente no solo limpiara mi cuerpo, sino también me relajara, porque, aunque no lo había pronunciado en voz alta, sabía muy bien lo que ocurriría.
Dilaté debajo del agua, sequé con minuciosidad mi cabello, aprovechaba cada oportunidad para perder tiempo. Me coloqué el «babydoll» y al verme en el espejo me sentí como una mujer completamente diferente. No me sentía sexy, aunque la imagen no era del todo desagradable, solo… me sentí ajena.
Sacudí la cabeza y salí del baño. Me congelé. Incluso contuve la respiración.
Byron ya estaba dentro. Dejó el bastón recargado al lado de su cama y comenzó a moverse con libertad. En ningún momento chocó con algún mueble. Sus manos dejaron la corbata en la mesa de noche con precisión, igual que el reloj. Por un momento dudé si en verdad había perdido la vista.
—No necesito de mis ojos para saber dónde está todo en mi propia habitación —dijo en voz alta, como si hubiera leído mis pensamientos—. Y tú cautela no te hace invisible. Te puedo sentir, aunque no te vea. Incluso tu aroma te delata.
Tragué saliva sintiéndome descubierta. Entonces extendió su mano, un gesto silencioso para que me acercara. Avancé descalza hasta posar mi mano en la suya y de un tirón me acercó. Casi caigo si no fuera por sus fuertes manos que me sostuvieron por los brazos.
—Byron… —susurré su nombre, pero él posó sus dedos sobre mis labios, silenciándome.
—No te pedí que hablaras —sentenció mientras sus manos se movían por mi piel, con cuidado, sus yemas se deslizaron conociendo mi rostro, siguiendo la silueta de mi nariz y el borde de mis labios.
Sus caricias eran agradables, reconfortaban mi piel. De pronto el miedo de ser descubierta se apoderó de mí, quise retroceder, pero me tomó con fuerza, envolviendo mi mentón.
—No recordaba que fueras tan tímida… —susurró inclinándose hacia mí, dejando que su aliento acariciara mi boca antes de besarla con esa intensidad y agresividad que ya había mostrado antes.







