DYLAN VETTEL
—Lo mejor será usar injertos en la espalda. De esa manera las cicatrices serán más pequeñas. Al ser una zona tan amplia, será un proceso más largo, pero…
—No —dije sentado en la orilla de la cama, con los codos sobre mis rodillas y la mirada perdida en la pared.
—¿No? —preguntó el doctor confundido.
—Dylan, es lo mejor… —susurró Diana, la enfermera que me había estado acompañando ese tiempo. Se puso frente a mí y posó ambas manos sobre las mías—. No te dejes vencer ahora.
—No me estoy dejando vencer —dije con seguridad, viéndola a los ojos—. No quiero injertos, no voy a perder más tiempo. Tengo muchos proyectos en puerta que no puedo abandonar. Dejaré que mi piel se cure sin importar las cicatrices que queden.
—Señor Vettel, no hay piel en su espalda. La regeneración comenzaría de los bordes hacia el centro, será tardado y doloroso…
—¿Y los injertos no? ¿No será tardado? ¿No será doloroso? —pregunté con las mandíbulas apretadas sin siquiera voltear hacia él—. ¿Cuál es