AMBER PIERCE
Llegamos a una enorme mansión en un lugar rodeado de opulencia, con calles largas llenas de arbustos bien recortados, faroles en las esquinas que parecían sacados de las calles de París, y autos tan costosos como los que Byron poseía.
El viaje había sido silencioso, Byron había decidido que antes de dar explicaciones, lo mejor era que yo descubriera las cosas por mí misma, y lo acepté.
Steve abrió la reja, no había nadie de servidumbre que nos pudiera atender. Incluso el lugar parecía ser el más descuidado de toda la unidad, pero aun así se mantenía elegante.
Algo se sentía raro, había un dolor en mi pecho que parecía… inusual. Solo se escuchaban las hojas secas rompiéndose debajo de nuestros pies al andar, el silencio era tan profundo que pesaba.
Byron abrió la puerta del lugar. Parecía abandonado, aunque por dentro no guardaba polvo, pero se veía solitario, incluso vacío.
Entré sin saber por dónde empezar, con mis pasos causando eco. Avancé con el corazón en la garg