AMBER PIERCE
Ya no aguantaba la espalda, me había esmerado en la cena, escudándome bajo la idea de que no quería quejas, cuando en realidad buscaba la aprobación de Byron, quería que aceptara que le gustaba como cocinaba, me conformaba con un murmullo o un simple gesto. Quería demostrar que ese hombre podía expresar algo más que odio y resentimiento.
Mecí a mi pequeño con ternura, cantándole mientras su manita se aferraba a mi dedo y cerraba sus ojitos. Él era mi motivo para aguantar lo que fuera, el mundo se podía ir a la m****a, pero todo valdría la pena si lo tenía un día más en mi vida.
Cuando sus ojitos se cerraron, lo acomodé en su cunita y activé el móvil, dejando que la canción de cuna llegara suavemente a sus oídos mientras los diferentes animalitos de peluche giraban sobre su cabeza.
—Te amo, Jeremy —susurré acariciando sus cabellos rubios, los cuales había heredado de su madre, pero no me importaba, en mi corazón él era mi hijo.
—¿Señora Harrington? —preguntó la sirvienta