Bianca estaba en la sala de su departamento, sintiéndose ansiosa. Los niños jugaban tranquilamente, ajenos a la tormenta que se gestaba dentro de su madre. No podía creer que Eric la iba a dejar mal. Lo había llamado varias veces, pero él no contestaba. La preocupación se apoderó de ella, y pensó: "¿Se habrá arrepentido en el último momento? ¿No se tomará en serio sus palabras? ¿Se habrá olvidado de los niños?".
"No me dejes mal, Eric. No seas así", susurró para sí misma, con la esperanza de que sus pensamientos de alguna forma le llegaran a él. Pensó en escribirle un mensaje, pero se contuvo. Ya era suficiente con la cantidad de llamadas perdidas.
Finalmente, con el corazón encogido, decidió tomar cartas en el asunto. Se acercó a los niños y les dijo, con una voz que intentaba sonar tranquila.
—Niños, a su padre le ha surgido una situación en el trabajo y no podrá venir. Prometió hacerlo pronto. ¿Podrían entenderlo?
Los niños asintieron con la cabeza, aunque sus rostros no podían