Después de tomar su café, Bianca se dio cuenta de que la hora se le estaba yendo de las manos y decidió regresar. Volvió a la oficina de Eric y se sentó en su escritorio, dispuesta a terminar lo que le faltaba del proyecto. En ese instante, Eric levantó la vista de su trabajo y la observó.
—¿Puedo saber por qué de pronto eres más accesible en cuanto a la decisión de permitir que conviva con los mellizos? —preguntó, con la voz llena de una curiosidad que no pudo disimular.
Bianca levantó la cabeza y lo miró fijamente.
—Se supone que estoy haciendo todo esto por ellos, ya te lo mencioné —dijo, con un tono que no dejaba lugar a dudas—. Quiero que crezcan con un padre presente, incluso después de todas las cosas malas que pasaron entre nosotros. A pesar de lo cruel que fuiste conmigo, no quiero que ellos sufran por mi egoísmo o por los errores del pasado.
Él asintió, entendiendo.
—¿Cuándo podré verlos? De verdad, quiero conocerlos.
Ella se encogió de hombros y suspiró.
—No lo sé.