Después, entre besos y caricias, se dejaron llevar por el momento, por la pasión que los invadió.
Una noche inolvidable para ella.
Julia abrió los ojos, su mente aún envuelta en la neblina de lo que había pasado.
A su lado, Isaac estaba despierto, mirándola con una serenidad que la hizo sentir vulnerable. La vergüenza, un sentimiento que nunca había experimentado, la invadió.
—Isaac… —susurró, su voz apenas audible en el silencio.
—¿Sí? —quiso saber él, su voz tranquila y profunda.
—Cuéntame un poco de tu vida —la animó, con la esperanza de que la conversación pudiera aliviar su vergüenza—. Quiero saber más de ti.
Isaac se quedó en silencio un momento. En lugar de responder, se giró hacia ella y le dijo con una voz suave: —Quiero saber de ti primero.
Ella admitió que ya no tenía familia, que sus padres habían fallecido, y que estudiaba para ser enfermera. Explicó que trabajaba cuidando a unos mellizos como un medio para mantenerse, y que los niños se habían convertido en su