Bianca estuvo un largo rato en la cocina, con la mente divagando en la receta de lasaña que estaba a punto de preparar. A pesar de que casi nunca la hacía, recordaba a la perfección cada paso, cada ingrediente. Era uno de esos platillos que los mellizos amaban, y al no haber ido a trabajar, decidió que era el momento perfecto para consentirlos. Con un delantal atado a la cintura, reunió la carne molida, las láminas de pasta, la salsa de tomate, y el cremoso queso mozzarella, y se puso manos a la obra.
El aroma de la lasaña horneándose llenó el departamento. Un poco antes de la tarde, escuchó el sonido de la puerta al abrirse.
—¡Mamá, estás aquí!—La voz de Henry resonó en el pasillo, llena de sorpresa y alegría.
—¡Mamá!—repitió Olivia, corriendo hacia Bianca con los brazos abiertos.
Bianca se giró, sonriendo, y dejó la cuchara de madera en la olla. Los mellizos se abalanzaron sobre ella, abrazándola con fuerza. La calidez de sus pequeños cuerpos la llenó de una felicidad que n