Bianca se quedó sola en el frío silencio de la habitación del hospital, el eco de las palabras de Eric aún resonando en las paredes. Se sentó en la cama, con el corazón golpeando fuerte en su pecho. El ambiente se sentía pesado, no por la enfermedad, sino por la furia contenida que había estallado y la promesa que Eric había dejado flotando en el aire. "Esto será solo el comienzo", había dicho. La amenaza era tan tangible como el aire que respiraba.
Se llevó una mano a la frente, sintiendo el calor del resfriado. Su cabeza aún le daba vueltas, pero su mente estaba en un tumulto de pensamientos. La visita inesperada de Eric había abierto viejas heridas que creía cicatrizadas, y ahora, la peor de todas, la existencia de los mellizos, había salido a la luz.
Las lágrimas de rabia e impotencia que había retenido frente a él finalmente escaparon, empañando su visión. No eran lágrimas de tristeza, sino de furia. Furia por que él se atreviera a aparecer de nuevo en su vida, por que se atre