La Esposa Despreciada por el Ceo: Tendrá Mellizos

La Esposa Despreciada por el Ceo: Tendrá MellizosES

Romance
Última actualización: 2025-07-10
DaysyEscritora  Recién actualizado
goodnovel16goodnovel
0
Reseñas insuficientes
5Capítulos
10leídos
Leer
Añadido
Resumen
Índice

Tras la trágica muerte de su hermana Aitana, prometida del poderoso Eric Harrington, la vida de Bianca se convierte en un infierno de culpa y desprecio. Ignorada por sus propios padres, quienes la responsabilizan de la tragedia, Bianca es forzada a un matrimonio arreglado con Eric Harrington para salvar el honor y las finanzas de su arruinada familia. El día de la boda, Eric sella su unión con una promesa cruel: nunca la tocará, recordándole cada día que ella no es la mujer que amaba. Sin embargo, una noche de dolor y confusión los une de una forma inesperada. Cuando Bianca descubre que está embarazada, Eric la acusa de infidelidad. Sola, Bianca debe enfrentar la verdad de su embarazo y realidad de que el hijo que espera pertenece al hombre que la odia, concebido en una noche que él no recuerda.

Leer más

Capítulo 1

01

Los labios de Bianca temblaron incontrolablemente, y su corazón se detuvo en ese preciso instante, aplastado bajo el peso de la noticia. Estaba postrada en una cama de hospital, apenas consciente del dolor punzante en su brazo inmovilizado y los raspones en su piel. Esas heridas físicas eran insignificantes comparadas con la herida abierta en su alma: su hermana, Aitana, su persona favorita en la vida, había fallecido.

Un nudo doloroso creció en su garganta, y el desconsuelo se apoderó de cada fibra de su ser. ¿Por qué pasaban cosas tan crueles a las personas buenas? ¿Por qué Aitana, tuvo que morir y no ella, la chica torpe y a menudo invisible?

Se cubrió el rostro con las manos temblorosas, y el llanto brotó de su pecho, un lamento desgarrador que nunca antes había proferido.

—No, no es cierto, ella no está muerta. ¿Por qué has muerto? ¡Todo es mi culpa! —señaló, sin dejar de temblar, mientras su cuerpo entero se tensó hasta el límite.

Las emociones se revolvían en un torbellino, y el remordimiento la apresaba sin piedad. No culpaba al conductor de aquel camión, cuya imagen apenas recordaba; en cambio, la aguja de su culpa se clavaba en sí misma por un simple deseo adolescente: haberle pedido a Aitana que la llevara al parque acuático. Una decisión trivial que se había convertido en el catalizador de una tragedia irreversible.

Una enfermera de rostro cansado entró en la habitación y, al verla en ese estado de histeria, le pidió con voz suave que se calmara.

Pero Bianca estaba más allá de la razón. Sus gritos resonaron en el silencio de la habitación, una descarga violenta de molestia, tristeza y la más pura desesperación. Era como si una parte esencial de su ser hubiera sido arrancada de raíz al saber de la muerte de su hermana.

Cuando por fin logró respirar con normalidad, con pulmones doloridos y la garganta en carne viva, se levantó de aquella cama.

Mientras tanto, en el pasillo, el colapso de Vivian fue devastador. La señora Bellerose se lanzó a los brazos de su marido, Bruno.

Su hija favorita, Aitana, la brillante y prometedora, ya no estaba en este mundo. Ambos se fundieron en un abrazo desesperado, un intento fútil de aminorar un dolor que era tan feroz como un tigre hambriento y un resquemor que quemaba desde lo más profundo.

—¿Por qué tuvo que morir, maldita sea, Bruno? ¡¿Por qué se tuvo que morir Aitana?! —clamó Vivian en medio de aquel pasillo poco transitado, su voz rota por el llanto—. Tenía tantas cosas por cumplir, tantos sueños. Dime que esta es una pesadilla de la que voy a despertar, por favor.

Bruno no hacía más que acariciar la espalda de su esposa, el dolor ahogando sus propias palabras. Si por él fuera, habría hecho lo imposible por traer de vuelta a Aitana, habría negociado con el destino mismo. Pero solo podía sostener al amor de su vida, intentando consolarla, incluso cuando él mismo necesitaba desesperadamente un soporte, un pilar que lo mantuviera en pie.

—Lo siento, Vivian... lo siento tanto —logró articular Bruno, su propia voz áspera por las lágrimas contenidas—. Tienes razón, Aitana no tuvo que haber muerto en ese accidente. No es justo.

Mientras sus padres se lamentaban en su dolor compartido, Bianca los veía desde un lugar más oculto, paralizada con lágrimas en los ojos. Sintió una vez más el lacerante rechazo de parte de sus padres, la dolorosa e innegable certeza de que su vida no era tan valiosa, tan celebrada, como lo fue la de Aitana. Casi se ahogaba en su propio mar de lágrimas. Fue entonces cuando sus padres giraron en su dirección y la vieron, sus ojos inyectados en sangre fijándose en ella.

Los ojos verdes de Vivian la atravesaron como una daga helada, y Bianca lo supo una vez más: era la culpable.

—¡Tú! Tienes la culpa de que Aitana haya muerto —escupió Vivian, el veneno en sus palabras palpable.

Bruno, que intentó detener y tranquilizar a su mujer, falló estrepitosamente cuando Vivian, ya frente a Bianca, la devoraba con sus acusaciones.

—Mamá, lo siento tanto... lo siento mucho, mamá —fue lo único que salió de su estropeada garganta, una voz débil que apenas se sostenía en el dolor, una súplica ahogada.

—¡Devuélveme a mi hija! ¡Haz que ella regrese! —insistía con vehemencia la mujer, ahora completamente fuera de sus cabales, sus manos crispadas.

—Lo siento, mamá —repitió Bianca, con una voz apenas audible, mientras las lágrimas empañaban su visión.

—¡No me digas así! No puedo ser la madre de una mocosa que ha matado a su propia hermana —la voz de Vivian era un látigo, cada palabra una herida.

Bruno, viendo que la situación se descontrolaba por completo, se acercó y logró apartar a Vivian de su hija.

—Es suficiente, ya basta.

Vivian gruñó, lanzó una última mirada de odio puro a Bianca antes de marcharse. Bianca, tontamente esperanzada de que Bruno, de que al menos su padre, la abrazaría o le diría algo reconfortante, terminó recibiendo solo su gélida mirada de decepción antes de verlo marcharse también. Entonces, Bianca se desplomó sobre el suelo de ese pasillo frío, sintiendo que a nadie le importaba, que ella no era más que un estorbo, una sombra inútil.

***

El día del funeral, el cielo se volvió de un gris plomizo, y el viento frío golpeaba su rostro con una crudeza que calaba hasta los huesos, incluso bajo las capas gruesas de su abrigo negro.

Había muchas personas despidiendo a su hermana, una multitud de conocidos y amigos que compartían el luto por Aitana. Pero entre tantas personas, ella lo vio a él: Eric Harrington. Su porte era dominante, elegante y tan serio como siempre.

Eric era el heredero de la familia Harrington, una familia poderosa, con mucha influencia.

Su nombre era sinónimo de autoridad.

Incluso ante la trágica muerte de su prometida, Aitana, Eric se veía indescifrable, una fortaleza inexpugnable de dolor contenido y fría resolución. Bianca desvió la mirada antes de que se encontrara con la poderosa intensidad de los ojos azulados de Eric, que, incluso bajo esas gafas oscuras, amenazaban con desestabilizarla por completo.

Su corazón aún latía con rapidez y saltaba como loco en su pecho al recordar esa vez que fingió ser Aitana por petición de su propia hermana, una noche que ahora le parecía tan lejana, casi tres semanas atrás. Ahora, con todo lo que había pasado, se sentía terriblemente mal por haberlo engañado; él no tenía ni idea de aquella farsa.

La sombría ceremonia concluyó, y las personas comenzaron a irse en silencio. Incluso sus padres ya se habían marchado, sumidos en su propio duelo, pero Bianca se quedó un poco más, mirando esa lápida con el nombre de Aitana que seguía pareciendo irreal, una cruel broma del destino. Cayó de rodillas en la hierba mojada, y el llanto, que había intentado reprimir, brotó de nuevo, incontrolable y convulso.

De pronto, una enorme sombra se cernió sobre ella. Bianca dejó de llorar bruscamente y, antes de que pudiera intentar incorporarse por sí misma, él lo hizo por ella, levantándola con brusquedad y sin tacto. Su felina mirada azul, ahora despojada de las gafas oscuras, la acribilló, llena de un resentimiento gélido.

—¿Por qué no has muerto tú? —la voz de Eric era un susurro gutural, cargado de veneno y dolor—. ¡¿Por qué ella y no tú, la mujer a la que amo?! Tú tenías que haber muerto, Bianca, no Aitana. Teníamos tanto por delante, un futuro planeado. Lo has destruido todo. Eres culpable de su muerte y deberás cargar con eso para siempre —señaló con rabia, cada palabra un dardo a su ya frágil corazón.

Ella no pudo defenderse. Le temblaba todo el cuerpo, y se sentía más rota que nunca al ser señalada de esa manera, y para colmo, por la persona a la que había amado siempre en secreto, desde las sombras.

Habría dolido menos un golpe físico que la crueldad de sus palabras.

El odio en sus ojos era desmedido, incomprensiblemente profundo. El hombre rugió, un sonido animal de puro dolor y furia, y se fue, dejando a Bianca allí, observando su partida, antes de romperse por completo.

Pensó que, lo más probable, era que no lo vería nunca más.

Pero, ¡qué equivocada estaba!

Desplegar
Siguiente Capítulo
Descargar

Último capítulo

Más Capítulos

Novelas relacionadas

Nuevas novelas de lanzamiento

Último capítulo

No hay comentarios
5 chapters
01
02
03
04
05
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP