—Ania, espera… —Liam la llamó, al darse cuenta de que ella salía de la habitación.
—¿Qué? —Ania se detuvo, levantando el rostro con dignidad, aunque por dentro se estuviera descosiendo.
Elián la observaba con recelo y la había llamado “mala”. Ella sabía que solo era un episodio, que su hijo solo estaba dolido y con toda la razón, pero no por eso significaba que fuera menos doloroso para ella.
—Elián, le debes una disculpa a tu madre… —le pidió Liam al niño, quien lo miró extrañado.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Le dijiste que era mala y eso no está bien —alegó Liam, con un tono amable.
—Pero es la verdad, ella me mintió y eso es malo. Me dijo que tú habías muerto y era mentira… —se quejó Elián, con algo de frustración.
—Y es cierto, está mal. Mentir es malísimo, pero… ¿Ella te dijo por qué lo hizo? ¿Escuchaste a tu madre explicarte por qué te mintió?
—No… —respondió Elián con un hilo de voz.
—Tu mamá te dijo esa mentira para protegerte. Y aunque mentir no está bien, algunas veces, las pe