Dorian
Estaba furioso conmigo mismo. Sentía la necesidad de golpear algo, a alguien, lo que fuera, hasta que ese maldito enojo saliera de mi cuerpo. ¿Cómo era posible que ella me hiciera sentir así? Como si fuera un maldito acosador. ¿Y qué si lo soy? Si es por ella, lo soy con gusto. Pero que ni se le ocurra pensar que voy a alejarme. Al contrario, ahora más que nunca, la tendré cerca… le guste o no.
Primero intentaré hacer las cosas bien, con delicadeza. Pero si se niega, no me quedará de otra más que actuar a la fuerza. Nadie me dice que no. Nadie. Y ella no será la excepción. Prefiero morir antes que no tenerla. Esa mujer, entró a mi corazón como una daga y sé que difícilmente saldrá.
Tal vez ni la muerte pueda arrancarla de mí. Es como una rosa: delicada, bella, cautivadora… incluso parece una bruja que me ha hechizado. Suelto un suspiro mientras observo la rosa dentro del jarrón. La saco con cuidado y acerco sus pétalos a mi rostro. Me encanta su aroma; se parece al de Vanessa.