Capítulo 49
El conductor los dejó muy cerca de la Via Condotti, una de las calles más elegantes e icónicas de Roma. En cuanto bajó del coche, Patrícia fue envuelta por el aura de la ciudad eterna: el sonido de las motos pasando, el aroma de café expreso en el aire y las fachadas antiguas contrastando con escaparates lujosos.
— ¿Lista para hacer temblar a Roma con tu belleza? — dijo Augusto, quitándose las gafas de sol y lanzándole una mirada seductora.
— No sé si a Roma, pero a ti quizás — respondió ella con una sonrisa pícara.
La primera parada fue en una boutique de renombre. A Patrícia le encantó un vestido rojo que le recordaba a las divas del cine italiano. Al ver el precio, dudó. Pero Augusto, ya acostumbrado a ese tipo de indecisión suya, se acercó y susurró:
— No pienses en el precio. Piensa en la cena romántica que vamos a tener contigo usándolo.
Ella no pudo resistirse y fue directo al probador. Cuando salió, él aplaudió discretamente.
— Madonna mia… ¡vas a causar un embotel