El automóvil avanzaba por un camino rural bordeado de cipreses centenarios. Anya observaba el paisaje a través de la ventanilla, mientras las nubes proyectaban sombras danzantes sobre los campos de Argemiria. Era la primera vez que salía del palacio desde su llegada, y la sensación de libertad, aunque momentánea, resultaba embriagadora.
—¿Falta mucho, Capitán Deveraux? —preguntó, dirigiéndose al hombre que conducía.
Nikolai Deveraux, jefe de seguridad personal del príncipe Elian, mantenía la vista fija en el camino. Su designación como escolta había sido una sorpresa para Anya. No esperaba que el príncipe enviara a uno de sus hombres más cercanos para acompañarla en esta excursión.
—Unos diez minutos, señorita Ríos —respondió con voz grave—. La propiedad está bastante aislada, como podrá comprobar.
Anya asintió, repasando mentalmente cómo había llegado hasta aquí. La noche anterior, mientras revisaba antiguos registros de propiedades reales, había encontrado referencias a una finca qu