Patrick se encontraba inquieto. La recepción elegante estaba vacía: solo tres escritorios y un silencio pulcro. El lujo se percibía en todos lados. En verdad, Alexander tenía un gusto exquisito.
Dio todos sus datos. Era temprano... o tarde. Casi la una de la tarde. La habitación se la darían hasta las tres, pero le ofrecieron usar las regaderas del spa si quería ponerse cómodo mientras tanto.
Salió en dirección a los baños. La maleta que traía era pequeña, solo para dos días. Su intención era clara: hablar con Alexander. Tenía muchas dudas y esperaba que su ahora cuñado se las resolviera. Si no, tendría que buscar al médico de su hermana.
Salió del spa bañado y con ropa de playa: unas bermudas y una polo. Esperaba encontrarlos pronto, pero no quería que su hermana lo viera ahí. No quería problemas con ella.
Así que se mantendría lejos de la alberca principal y de los lugares demasiado visibles. Qué ironía, tener que esconderse en un pequeño paraíso como este... pensó con amargura.
Sac