La noche estaba cargada de un silencio inquietante. El cielo, cubierto de nubes espesas, parecía un manto que escondía secretos demasiado oscuros para dejarse ver. En una pequeña casa ubicada en las afueras de la ciudad, la luz cálida de una lámpara iluminaba un salón sencillo pero acogedor. Los muebles eran antiguos, pero bien cuidados, y había una quietud que no era natural, sino cultivada con los años, como si aquel lugar estuviera hecho para pasar desapercibido.
Evan cerró la puerta tras de sí, con pasos firmes. Llevaba el saco de su traje en la mano, la corbata ligeramente desatada, y un cansancio reflejado en el rostro. El día había sido largo, como siempre que trabajaba a las órdenes de Anne, la mujer que sin saberlo lo había tenido cerca más de lo que podía imaginar.
En el sofá, su madre lo esperaba. Katherine lo observaba con esos ojos que no habían cambiado a pesar del tiempo, ojos que llevaban en silencio una verdad enterrada. Sus manos jugaban nerviosas con un pañuelo, y s