La noche había caído sobre la ciudad con una elegancia engañosa. Las luces del restaurante brillaban como joyas sobre la superficie del agua en la terraza, reflejando un lujo que, para Patrick, no era más que una fachada. Él no estaba ahí por el vino, ni por la vista. Estaba ahí por su hermana. Por Anne.
Llegó puntual, impecablemente vestido, con ese aire de calma controlada que siempre lo había caracterizado. Caminó entre las mesas con paso firme, y la vio antes de que ella lo viera a él.
Lane.
Vestida de rojo, como si quisiera incendiar la noche. Cabello suelto, labios curvados en una sonrisa que prometía más de lo que alguna vez pensó cumplir. Lane era hermosa, nadie podía negarlo. Pero también era peligrosa. Anne lo había advertido muchas veces antes: “Es como una serpiente en seda.” Y Patrick, que siempre había confiado en su intuición, ahora tenía pruebas para creerlo también.
Ella lo saludó con una sonrisa teatral.
—Patrick… —entonó su voz como si derramara miel en un vaso de c