Un giro inesperado (3era. Parte)
Dos días después
Bagdad
Sara
Dicen que todos los males tienen solución menos la muerte, pero cuando todas las puertas se te cierran no ves salida: solo una tormenta de arena que viene a destruir lo poco que tenías. No encuentras cómo rebelarte contra un destino que otros escribieron por ti. Y aun así, una parte de ti se repite: “resiste, no te rindas”, porque solo nosotros tenemos el poder de elegir nuestra suerte, aunque sientas el peso del cielo sobre los hombros. Algunos llamarán a eso estupidez, otros lo llamarán valentía; habrá quien diga que te aferras a lo imposible.
Entonces toca armarse de valor para lo que venga: volverse de acero invencible y aguantar los golpes. Porque rendirse sería traicionarte a ti misma; prefieres recibir los golpes con los ojos abiertos antes que desaparecer sin haber luchado.
En mi caso, no veía salida. Aquello que llamaban “matrimonio arreglado” no me dejaba respiro: si me enfrentaba a mis abuelos, pagaría el precio de su ira; si mentía, la mentira