Un destino, una verdad (2da. Parte)
El mismo día
En alguna parte de Afganistán
Latifa
Aquel día, enterrando a la madre de Yassir, pensé que todavía podía conservar mi vida de lujos, mantener mi lugar en la familia Hassbum. Con la complicidad del doctor Karim, un hombre que siempre había demostrado que un billete doblaba su ética, podría confirmar mi supuesto embarazo sin que nadie lo cuestionara. Sabía que mi suegro, con su apego a las costumbres y su fe ciega en Alá, jamás aceptaría a esa mosquita muerta de Sara en su familia.
Mi esposo, el desgraciado, propuso acudir a otro doctor, pero me negué con firmeza. Coloqué sobre mí mi mejor pose de mujer ofendida, humillada, y aun así, nada sirvió para impedir lo inevitable: el hospital.
Allí, en pleno consultorio, con mi abuela Nawal observando desde un rincón, el doctor tuvo la osadía de confrontarme, de exhibirme como la mentirosa que era. El peso de mis mentiras se desplomó sobre mí y, en medio de los gritos de mi abuelo y la rabia contenida de Mohamed, Yassir, el infeli