El viaje de Wolf hacia el Sur era muy duro. Cada día era como una pelea contra la nieve, el viento fuerte y un terreno peligroso. Wolf, con mucha fuerza de voluntad, seguía al frente, mirando hacia la fortaleza de Rajar, que no se veía. Sus guerreros estaban acostumbrados al duro Norte, pero el frío y lo aburrido del camino empezaban a cansarlos. Su espíritu no era tan fuerte como antes.
Los primeros días de la marcha fueron una prueba de aguante. La nieve se veía por todas partes, y su brillo fuerte lastimaba los ojos. El viento sonaba como un animal hambriento, y aunque iban bien abrigados, el frío se les metía hasta los huesos. Los trineos, que pesaban mucho, se quedaban atascados en la nieve. Esto hacía que los hombres tuvieran que esforzarse más, tirando de las cuerdas junto con los perros, sus músculos tensos y adoloridos.
Wolf iba siempre al frente y no mostraba cansancio. Pensaba mucho en cómo guiar el viaje, pero también en las decisiones que había tomado. La imagen de su Rei