Capítulo 61
Narra Ares
Ver a Mía desvanecerse en mis brazos, sintiendo cómo su vida se apagaba, me rompió en mil pedazos. En ese instante entendí que sin ella no quería seguir respirando.
El médico fue directo, demasiado cruel: me dijo que no había esperanza, que Mía moriría, tarde o temprano , mantenerla conectada en las máquinas solo era extender lo inevitable.
Me negué a escucharlo. No permitiría que la desconectaran, no mientras en su pecho quedara un latido, la señal que de aún había vida. Era la loba que amaba, la que daba sentido a mi existencia, y yo no iba a rendirme.
Mientras ella seguía inmóvil en esa cama, los buitres del consejo supremo empezaron a rodearnos. Los lobos más viejos de la región, con Xavier a la cabeza, exigían quedarse con parte de las tierras Russo. Mi esposa aún tenía el cuerpo tibio y ellos ya querían arrebatarle lo suyo. Me opuse de inmediato. Estaba dispuesto a irme a la guerra antes de verlos pisotear su legado.
Xavier, en especial, se había converti