¿Qué harías si después de tanto trabajo, decides ir a beber, y despiertas en la cama matrimonial de hotel, junto a un hombre que conoces a la perfección? Keila Huxely, hizo lo único más inteligente y prudente que había pasado por su mente, en ese momento. Huir como cobarde, y hacer como si nada pasó, dejando en el lugar algunas cosas más, entre ellas, un anillo que pertenecía a su ex novio. Enzo Mondragón, es un déspota, un imbécil, un tirano como jefe. Un hombre egocéntrico y perfeccionista. Dueño de una empresa de tecnología a nivel mundial, y en lo que va del mes, ha despedido a cuatro asistentes que ni siquiera completaron su semana. Lamentablemente, Keila cayó en sus garras, y le está yendo regularmente bien en los dos días que va en su nuevo puesto; sin embargo, con lo que ha pasado, duda mucho de continuar. Es más, ni siquiera sabe si debería asistir. —Soy una profesional. Estoy segura que ni recuerda lo que pasó — pensó. Claramente, Enzo si recordaba, pero al verla no decir nada y, actuar como si lo que tuvieron no tuviera importancia, decidió hacerla sufrir, de la única manera que conocía. Trabajo. Acompáñenme a esta nueva aventura, de una historia que te hará experimentar varios sentimientos, como la ira, el dolor, desesperación y amor como nunca antes.
Leer másLa desesperación inundaba su mente. Ella necesitaba encontrar un trabajo pronto, de lo contrario, se vería en la obligación de desalojar su hogar y vivir bajo algún puente del estado de California.
Keila Huxely, era la chica más dulce que podría existir, era muy inteligente, y dominaba el área contable, ya que es una carrera en la cual se desempeñó; sin embargo, no comprendía porque no podía conseguir un trabajo, ni como mesera. ¿Acaso tenía algo?Eran exactamente el medio día. El sol calentaba hasta cocinarte sobre el pavimento, y la mujer se dirigía al trabajo de su única y mejor amiga, para almorzar. Ésta, apenas vio a Keila, ayudó que tomaran juntas el almuerzo. Soltó un suspiro fuerte, mientras veía a todas correr intentando cumplir los caprichos del prepotente jefe.— ¿Un día pesado? — pregunta Keila, sentada frente ella.— Ni lo digas — No estaban sentada dentro de la empresa, sino afuera de ella, justamente para no tener inconvenientes —. Es la cuarta asistente que está despidiendo mi jefe, y todos están buscando un reemplazo, porque lo quiere para hoy. ¡Es una locura! Nadie aprende en una hora todo lo que conlleva ser asistente de un jefe como él, y ni siquiera da el tiempo.— ¿Tan malo es?— Esa palabra queda corto, amiga — responde, bebiendo su jugo y observándola —. ¿Cómo te va a ti?— Fui rechazada en todos los puestos. Hasta creo que tengo algo malo en mí — En ese momento, a su amiga se le ocurrió una grandísima idea, y se puso de pie como un resorte.— ¿Quieres trabajar?— Tú pregunta me ofende — responde.— Prueba ser la asistente de mi jefe. No pierdes nada, solo debes aguantar, y si te despide, pues te ayudo a buscar otro puesto — sugiere. La idea le parecía bastante descabellada, pero le urgía un puesto de trabajo en estos momentos, por lo que lo tomó sin rechistar.Su amiga le prestó una muda de ropa de oficina, que no le quedaba perfectamente bien, pero era lo que había en ese momento, ya que se encontraba con un pantalón de vaquero y una remera. Por ser viernes no era tan exigente ir de traje, sin embargo, no quería arriesgarse.— El pantalón me ajusta un poco — dice ella. Probó sentándose y la tela comenzó a adaptarse —, pero creo que aguantará.— Perfecto — dice, entregándole el iPad, y llevándola a mostrar algunas cosas del escritorio antes de presentarle a su nuevo jefe.El corazón de Keila, latía demasiado rápido, no solo por el nerviosismo, sino por el miedo que tenía. Lo imaginaba como un anciano, regordete con cara de pervertido, capaz de acuchillarla en una esquina.— ¿Tan feo y malo es?— ¿Feo? Es horrible, es como un monstruo de las tabernas, baleándote con sus ojos — Su amiga estaba exagerando, porque cuando ingrese por la puerta, obviamente ella pensaría igual apenas abra la boca, y despilfarre saliva de desprecio.El momento llegó y la primera en ingresar era su mejor amiga, quien ni siquiera tardo medio segundo en salir e indicarle que entre. Las piernas de la chica temblaban, de solo imaginar que alguien le gritaría por estar parada allí, robando su aire.No obstante, dejó de pensar, cuando en el centro de lugar, se encontraba un hombre, completamente diferente a lo que su amiga había mencionado, concentrado en su computador. Este parecía muy alto, grande y atractivo, tenía el ceño fruncido, y ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de ella, o eso creía.— Cuando termines de mirar lo que no se te perdió, puedes presentarte — dice con una voz completamente distinta, a la que alguna vez, había escuchado. Tosió un poco, por el impacto que generaron aquellas palabras amenazantes, y se enderezó.— Mucho gusto, señor… — Había olvidado su apellido. ¿Qué empleada olvida el apellido de su jefe? —. Mi nombre es Keila Huxely; y estoy aquí por el nuevo puesto de asistente…— Perfecto. Acabo de enviarte algunos correos, por favor revísalos y tenlo listo en tres horas para la reunión. Puedes retirarte — Ella estaba estupefacta. El hombre ni siquiera había levantado la mirada para conocerla —. Ahora.Cuando escucho aquella última palabra, no dudó en salir casi corriendo y hacer su trabajo. Tenía tres horas clavadas para terminar aquello que le pidió y que no tenía idea de que era. Anhelaba poder cerrarle la boca.No obstante, Enzo estaba muy molesto ese día, porque ninguna asistente era capaz de seguirle la corriente a su modo de trabajar, y esperaba que esta mujer, si pudiera hacerlo. Además, necesitaba que su lamentable esposa, dejara de pedirle dinero para sus gastos innecesarios en los centros comerciales.Cada vez era más absorbente, pese a que, desde un principio, el matrimonio que tienen es por mera conveniencia. Un contrato para no perder su empresa, y obviamente, ahora que ya se encuentra bien posicionado económicamente, tiene planeado hablar con los padres de ella, para lograr divorciarse.En ese instante, recibe un correo de su nueva asistente, demostrándole que ya había terminado algunos de los informes que le envió, y sí, estaba bien; sin embargo, aún tenía algunos errores, por lo que enmarcó aquello, y los volvió a reenviar. Keila no se iba a dejar intimidar por él, por lo que continuaría haciendo su trabajo, intentado mejorar las partes que, según él, estaban mal hechas.Se apresuró a acomodar la sala de juntas, y como tenía un poco de experiencia, dejó todo arreglado para el momento en que debería él asistir. Los ejecutivos comenzaban a llegar; dejó en la cabecera del lugar los documentos del hombre. Fue entonces, cuando escuchó sus pasos, y levantó la mirada, quedándose encantada con la belleza que poseía; sin embargo, la mirada de desprecio que el sujeto le brindó, fue suficiente para la pobre mujer, para herirle la autoestima.— Todo listo, señor — dice ella, quedándose parada al lado de él, esperando que inicie la reunión. Enzo revisaba y explicaba con seguridad sobre un nuevo proyecto a desarrollarse próximamente. Keila estaba encantada con lo que escucha.— La próxima, trata de elegir otro tipo de atuendo. Esto distrae a mis socios — escupe, logrando incomodar a Keila, así como a los presentes.— Tienes razón, señor. Lo siento — respondió de forma amable y dulce, dándole la razón. Tal hecho, conmovió a su jefe, quien sabía, se había pasado con sus palabras, además, de que ella le demostró que era buena, pues los documentos estaban bien narrados para ser su primer día.La tensión era bastante palpable en ese lugar, todos se daban cuenta de ello. Y, cuando la reunión llegó a su fin, él se acercó a ella, y la observó fijamente. Tenía un lindo cuerpo, un cabello bonito, y ojos azules intensos; pero estaba seguro que no duraría.— Le enviaré algunos documentos por correo. Necesito que los corrija, los necesito para mañana temprano. También, quiero los documentos contables del mes pasado sobre mi escritorio, antes de que llegue. La reunión de las nueve, necesito que los cancele, inventa cualquier excusa —. A todo lo que decía, Keila anotaba en el iPad como si su vida dependiera.— Inventar…, cualquier excusa — repite las últimas palabras del jefe, y éste la mira extrañado.— ¡Ah! Envía un ramo de flores a la dirección que te enviaré.— Entendido, señor — dice ella. Camina hacia la salida.— No he ordenado que te retires — manifiesta con voz seca, mientras la observa —. No has preguntado para que hora quiero las flores.— ¿Para qué hora quiere las flores, señor? — Enzo creía, que ella solo se estaba comportando con arrogancia, por hacer bien su trabajo, por lo que decidió destruir su entusiasmo de ir temprano en casa.— Ahora mismo — Keila miró la hora y abrió los ojos tan grandes que creía se le iba a salir.— Pero, señor, no hay florería abierta a esta hora — susurra en un hilo de voz. Para ser su primer día, y solo medio día de trabajo, se sentía exhausta.— Ese no es mi problema, señorita. Es mi asistente. Haces los trabajos que yo no puedo. Si le parece difícil, no aparezca mañana en la oficina.Y con esas palabras, la sangre de la joven Keila comenzaron a calentarse, y buscaría la forma de conseguirle las malditas flores para su cita. Muy romántico para la novia, pero agotador para ella.Y así fue, como Keila Huxely, se pasó toda la noche buscando una florería para enviárselas a una dirección que no conocía, y no le importaba en lo absoluto. Lo único que anhelaba hacer, era dormir; pero sabía que no lo haría, porque debía revisar los malditos correos.Por su parte, Enzo sonreía, al ver llegar a su residencia aquellas flores. Lo hiso solo para ver si era capaz de lograr conseguir flores frescas y lindas, y lo ha logrado. Además, aún le quedaba mucho trabajo por la noche, y si quería una asistente a su nivel, debía hacer que las que se presentaban, corrieran a su nivel, de lo contrario, se volvería loco con tanto trabajo.Epílogo. EPÍLOGO El despacho del abogado estaba impregnado de tensión cuando Lorena y Cristhian se encontraron para abordar el tema del divorcio. Las palabras resonaban en el aire, las emociones crudas e irreconciliables salpicaban cada intercambio. Cristhian, aún reacio, se aferraba a la idea de un amor que parecía desmoronarse entre sus dedos. — ¿Por qué tanto apuro en divorciarte de mí? — cuestionó por milésima vez, sacando de quicio a la mujer. — ¿Qué diablos te pasa, Cristhian? Esto es lo que querías — gritó de repente —. ¿O acaso quieres continuar humillándome? ¿No te basta con amar a mi mejor y la esposa de tu mejor amigo? ¿No te basta con salir besándote con una modelo, mientras yo te preparaba la cena? — Las lágrimas no tardaron en abordar en los ojos de la joven —. ¿Crees que quiero esto? ¿Qué no te amo? Me enamoré de ti desde el primer instante, pero tu corazón no me pertenece, y yo no voy a pelear por un amor que no me corresponde. — Te he pedido un millón de veces por
El ajetreo de un centro comercial moderno, envolvía a Keila y su mejor amiga, quien había llegado desde París gracias a la invitación de su jefe. La luz brillante de las tiendas y la risa animada de los compradores creaban un ambiente bullicioso y lleno de vida. Sin embargo, en el corazón de Keila, había una noticia que transformaría su mundo.Lorena quien ya se había dado cuenta del comportamiento de su amiga quiso intervenir, pero dejó que ella decidiera contarle, sea lo que sea, le esté sucediendo.Ambas mujeres paseaban por las tiendas, explorando los estilos y colores de ropa de bebé que llenaban los escaparates. Keila, con una sonrisa apenas contenida, seleccionaba con cuidado algunas prendas adorables, imaginando la ternura que emanarían.— Hay algo que quiero contarte —dijo Keila a su amiga, la emoción titilando en sus ojos.La amiga, aún ajena a la noticia, asintió con curiosidad, aunque ciertamente, comenzaba a sospechar.— Dime, ¿qué sucede?Keila sostuvo la ropita de bebé
La noche caía con una oscuridad opresiva sobre la aldea, mientras Augusto y sus hombres avanzaban como sombras en busca de la mujer que él culpaba por la muerte de su padre. La mente de Augusto estaba envuelta en una tormenta de odio y obsesión, y el bosque parecía susurrar sus propios temores.Los aldeanos, ajeno al peligro inminente, seguían sus actividades cotidianas. Pero la calma estaba a punto de romperse. En un momento de descontrol, Augusto emitió la orden de atacar, y sus hombres avanzaron como una marea oscura, invadiendo la paz que reinaba en la aldea.— No nos entienden. Búsquenla hasta por debajo de las piedras.Gritos de angustia resonaron en el bosque cuando los aldeanos, indefensos y sorprendidos, enfrentaron la furia de los hombres de Augusto. Casas fueron saqueadas, y la desesperación se apoderó del lugar que, hasta hace poco, era un refugio seguro.En medio de la confusión y el caos, Keila se esforzaba por mantenerse oculta. Sus ojos reflejaban el terror mientras ob
El crepúsculo envolvía la ciudad cuando Augusto se encontró frente al edificio que albergaba el departamento de Valentina. Cada paso resonaba en su interior como un recordatorio de las decisiones que lo llevaron hasta ese punto. El aire estaba cargado de tensión, y las sombras de la noche se cerraban a su alrededor mientras ascendía por las escaleras hacia el lugar que alguna vez fue testigo de sus acciones más oscuras.Al llegar al pasillo donde Valentina solía vivir, Augusto notó que su corazón latía con fuerza, recordándole la carga. La cerradura cedió ante la llave que llevaba consigo, y la puerta se abrió para revelar el pasado que tanto había intentado ignorarLa habitación estaba igual que la última vez que la vio. El eco de la tragedia resonaba en cada rincón, y la presencia de Valentina se hacía sentir incluso en su ausencia. Augusto se adentró con cautela, como si temiera despertar a los fantasmas del pasado. Las imágenes de la atrocidad que cometió inundaron su mente. El do
En el rincón de la habitación, la figura exhausta de su madre yacía inmóvil. Ella, luchaba contra las lágrimas mientras aferraba la mano de su hija, brindándole consuelo. La incertidumbre flotaba en el aire, tan densa como el olor a medicamentos. A pesar de la gravedad de la situación, ella no podía evitar pensar en la última vez que vio a Enzo sonriente con Keila antes de que la tragedia los separara.Al otro lado del mar, en un mundo desconocido, Keila despertó con el sonido del viento susurrando entre los árboles. La luz filtrándose a través de las rendijas de la cabaña de paja pintaba un cuadro surrealista a su alrededor. Al incorporarse, se dio cuenta de que no estaba sola.La cabaña estaba poblada por habitantes del bosque. Gente vestida con túnicas de colores vivos, adornadas con símbolos que ella no reconocía. La lengua que hablaban era un misterio para la joven, pero su expresión de preocupación y curiosidad trascendía las barreras lingüísticas.Un anciano, con ojos sabios y
El sol filtraba sus cálidos rayos a través de las cortinas entreabiertas, iluminando la habitación del hospital con una tenue luminosidad. El hombre yacía en la cama, entre sábanas blancas que resaltaban su palidez. Los pitidos de los monitores y el suave murmullo del personal médico creaban un telón de fondo constante. De repente, sus ojos parpadearon lentamente, ajustándose a la realidad a medida que la consciencia regresaba.Una figura borrosa se materializó al lado de la cama, una silueta maternal que se inclinó con preocupación. La madre observó con ojos llenos de alivio mientras su hijo recobraba el conocimiento. Un suspiro contenido escapó de sus labios, y una sonrisa maternal iluminó su rostro.— ¡Hijo! — exclamó con voz temblorosa —. Estaba tan preocupada. ¿Cómo te sientes?El magnate, aún aturdido, esbozó una sonrisa a medias y asintió débilmente. La calidez de la presencia materna era reconfortante, pero algo no encajaba. Buscó con la mirada, inquieto, por la habitación.»
Último capítulo