La Asistente Tentada por el Ceo
La Asistente Tentada por el Ceo
Por: Lgamarra
01 - Ponerla a Prueba.

La desesperación inundaba su mente. Ella necesitaba encontrar un trabajo pronto, de lo contrario, se vería en la obligación de desalojar su hogar y vivir bajo algún puente del estado de California.

Keila Huxely, era la chica más dulce que podría existir, era muy inteligente, y dominaba el área contable, ya que es una carrera en la cual se desempeñó; sin embargo, no comprendía porque no podía conseguir un trabajo, ni como mesera. ¿Acaso tenía algo?

Eran exactamente el medio día. El sol calentaba hasta cocinarte sobre el pavimento, y la mujer se dirigía al trabajo de su única y mejor amiga, para almorzar. Ésta, apenas vio a Keila, ayudó que tomaran juntas el almuerzo. Soltó un suspiro fuerte, mientras veía a todas correr intentando cumplir los caprichos del prepotente jefe.

— ¿Un día pesado? — pregunta Keila, sentada frente ella.

— Ni lo digas — No estaban sentada dentro de la empresa, sino afuera de ella, justamente para no tener inconvenientes —. Es la cuarta asistente que está despidiendo mi jefe, y todos están buscando un reemplazo, porque lo quiere para hoy. ¡Es una locura! Nadie aprende en una hora todo lo que conlleva ser asistente de un jefe como él, y ni siquiera da el tiempo.

— ¿Tan malo es?

— Esa palabra queda corto, amiga — responde, bebiendo su jugo y observándola —. ¿Cómo te va a ti?

— Fui rechazada en todos los puestos. Hasta creo que tengo algo malo en mí — En ese momento, a su amiga se le ocurrió una grandísima idea, y se puso de pie como un resorte.

— ¿Quieres trabajar?

— Tú pregunta me ofende — responde.

— Prueba ser la asistente de mi jefe. No pierdes nada, solo debes aguantar, y si te despide, pues te ayudo a buscar otro puesto — sugiere. La idea le parecía bastante descabellada, pero le urgía un puesto de trabajo en estos momentos, por lo que lo tomó sin rechistar.

Su amiga le prestó una muda de ropa de oficina, que no le quedaba perfectamente bien, pero era lo que había en ese momento, ya que se encontraba con un pantalón de vaquero y una remera. Por ser viernes no era tan exigente ir de traje, sin embargo, no quería arriesgarse.

— El pantalón me ajusta un poco — dice ella. Probó sentándose y la tela comenzó a adaptarse —, pero creo que aguantará.

— Perfecto — dice, entregándole el iPad, y llevándola a mostrar algunas cosas del escritorio antes de presentarle a su nuevo jefe.

El corazón de Keila, latía demasiado rápido, no solo por el nerviosismo, sino por el miedo que tenía. Lo imaginaba como un anciano, regordete con cara de pervertido, capaz de acuchillarla en una esquina.

— ¿Tan feo y malo es?

— ¿Feo? Es horrible, es como un monstruo de las tabernas, baleándote con sus ojos — Su amiga estaba exagerando, porque cuando ingrese por la puerta, obviamente ella pensaría igual apenas abra la boca, y despilfarre saliva de desprecio.

El momento llegó y la primera en ingresar era su mejor amiga, quien ni siquiera tardo medio segundo en salir e indicarle que entre. Las piernas de la chica temblaban, de solo imaginar que alguien le gritaría por estar parada allí, robando su aire.

No obstante, dejó de pensar, cuando en el centro de lugar, se encontraba un hombre, completamente diferente a lo que su amiga había mencionado, concentrado en su computador. Este parecía muy alto, grande y atractivo, tenía el ceño fruncido, y ni siquiera se había dado cuenta de la presencia de ella, o eso creía.

— Cuando termines de mirar lo que no se te perdió, puedes presentarte — dice con una voz completamente distinta, a la que alguna vez, había escuchado. Tosió un poco, por el impacto que generaron aquellas palabras amenazantes, y se enderezó.

— Mucho gusto, señor… — Había olvidado su apellido. ¿Qué empleada olvida el apellido de su jefe? —. Mi nombre es Keila Huxely; y estoy aquí por el nuevo puesto de asistente…

— Perfecto. Acabo de enviarte algunos correos, por favor revísalos y tenlo listo en tres horas para la reunión. Puedes retirarte — Ella estaba estupefacta. El hombre ni siquiera había levantado la mirada para conocerla —. Ahora.

Cuando escucho aquella última palabra, no dudó en salir casi corriendo y hacer su trabajo. Tenía tres horas clavadas para terminar aquello que le pidió y que no tenía idea de que era. Anhelaba poder cerrarle la boca.

No obstante, Enzo estaba muy molesto ese día, porque ninguna asistente era capaz de seguirle la corriente a su modo de trabajar, y esperaba que esta mujer, si pudiera hacerlo. Además, necesitaba que su lamentable esposa, dejara de pedirle dinero para sus gastos innecesarios en los centros comerciales.

Cada vez era más absorbente, pese a que, desde un principio, el matrimonio que tienen es por mera conveniencia. Un contrato para no perder su empresa, y obviamente, ahora que ya se encuentra bien posicionado económicamente, tiene planeado hablar con los padres de ella, para lograr divorciarse.

En ese instante, recibe un correo de su nueva asistente, demostrándole que ya había terminado algunos de los informes que le envió, y sí, estaba bien; sin embargo, aún tenía algunos errores, por lo que enmarcó aquello, y los volvió a reenviar. Keila no se iba a dejar intimidar por él, por lo que continuaría haciendo su trabajo, intentado mejorar las partes que, según él, estaban mal hechas.

Se apresuró a acomodar la sala de juntas, y como tenía un poco de experiencia, dejó todo arreglado para el momento en que debería él asistir. Los ejecutivos comenzaban a llegar; dejó en la cabecera del lugar los documentos del hombre. Fue entonces, cuando escuchó sus pasos, y levantó la mirada, quedándose encantada con la belleza que poseía; sin embargo, la mirada de desprecio que el sujeto le brindó, fue suficiente para la pobre mujer, para herirle la autoestima.

— Todo listo, señor — dice ella, quedándose parada al lado de él, esperando que inicie la reunión. Enzo revisaba y explicaba con seguridad sobre un nuevo proyecto a desarrollarse próximamente. Keila estaba encantada con lo que escucha.

— La próxima, trata de elegir otro tipo de atuendo. Esto distrae a mis socios — escupe, logrando incomodar a Keila, así como a los presentes.

— Tienes razón, señor. Lo siento — respondió de forma amable y dulce, dándole la razón. Tal hecho, conmovió a su jefe, quien sabía, se había pasado con sus palabras, además, de que ella le demostró que era buena, pues los documentos estaban bien narrados para ser su primer día.

La tensión era bastante palpable en ese lugar, todos se daban cuenta de ello. Y, cuando la reunión llegó a su fin, él se acercó a ella, y la observó fijamente. Tenía un lindo cuerpo, un cabello bonito, y ojos azules intensos; pero estaba seguro que no duraría.

— Le enviaré algunos documentos por correo. Necesito que los corrija, los necesito para mañana temprano. También, quiero los documentos contables del mes pasado sobre mi escritorio, antes de que llegue. La reunión de las nueve, necesito que los cancele, inventa cualquier excusa —. A todo lo que decía, Keila anotaba en el iPad como si su vida dependiera.

— Inventar…, cualquier excusa — repite las últimas palabras del jefe, y éste la mira extrañado.

— ¡Ah! Envía un ramo de flores a la dirección que te enviaré.

— Entendido, señor — dice ella. Camina hacia la salida.

— No he ordenado que te retires — manifiesta con voz seca, mientras la observa —. No has preguntado para que hora quiero las flores.

— ¿Para qué hora quiere las flores, señor? — Enzo creía, que ella solo se estaba comportando con arrogancia, por hacer bien su trabajo, por lo que decidió destruir su entusiasmo de ir temprano en casa.

— Ahora mismo — Keila miró la hora y abrió los ojos tan grandes que creía se le iba a salir.

— Pero, señor, no hay florería abierta a esta hora — susurra en un hilo de voz. Para ser su primer día, y solo medio día de trabajo, se sentía exhausta.

— Ese no es mi problema, señorita. Es mi asistente. Haces los trabajos que yo no puedo. Si le parece difícil, no aparezca mañana en la oficina.

Y con esas palabras, la sangre de la joven Keila comenzaron a calentarse, y buscaría la forma de conseguirle las malditas flores para su cita. Muy romántico para la novia, pero agotador para ella.

Y así fue, como Keila Huxely, se pasó toda la noche buscando una florería para enviárselas a una dirección que no conocía, y no le importaba en lo absoluto. Lo único que anhelaba hacer, era dormir; pero sabía que no lo haría, porque debía revisar los malditos correos.

Por su parte, Enzo sonreía, al ver llegar a su residencia aquellas flores. Lo hiso solo para ver si era capaz de lograr conseguir flores frescas y lindas, y lo ha logrado. Además, aún le quedaba mucho trabajo por la noche, y si quería una asistente a su nivel, debía hacer que las que se presentaban, corrieran a su nivel, de lo contrario, se volvería loco con tanto trabajo.

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