75 - Una batalla mano a mano.
La noche caía con una oscuridad opresiva sobre la aldea, mientras Augusto y sus hombres avanzaban como sombras en busca de la mujer que él culpaba por la muerte de su padre. La mente de Augusto estaba envuelta en una tormenta de odio y obsesión, y el bosque parecía susurrar sus propios temores.
Los aldeanos, ajeno al peligro inminente, seguían sus actividades cotidianas. Pero la calma estaba a punto de romperse. En un momento de descontrol, Augusto emitió la orden de atacar, y sus hombres avanzaron como una marea oscura, invadiendo la paz que reinaba en la aldea.
— No nos entienden. Búsquenla hasta por debajo de las piedras.
Gritos de angustia resonaron en el bosque cuando los aldeanos, indefensos y sorprendidos, enfrentaron la furia de los hombres de Augusto. Casas fueron saqueadas, y la desesperación se apoderó del lugar que, hasta hace poco, era un refugio seguro.
En medio de la confusión y el caos, Keila se esforzaba por mantenerse oculta. Sus ojos reflejaban el terror mientras ob