CAPÍTULO 16
EMILIANO FERRER
CELOS
Desde aquí puedo observar cómo mi principessa mueve su cuerpo al ritmo de la música. No puedo dejar de mirarla; los movimientos de su cadera me invitan a ir a tomarla entre mis brazos. Estoy embelesado y no me canso de detallar cada parte de ella y esa manera tan sensual y sexy al moverse.
Siento algo que me golpea y me saca de mi trance. Miro a Marcos riéndose.
—¿Qué te pasa, idiota? ¿Por qué me pegas? —le digo.
—Tengo rato hablándote y no me escuchas. Estás como pendejo, se nota que estás enamorado, pero no sabía cuánto. Llevas rato mirándola, estás botando la baba.
Ignoro lo que me dice y le pregunto:
—¡Qué me decías!
—Nada, olvídalo. Mejor brindemos porque estamos aquí ahora, esto no pasa todos los días.
Chocamos las copas y bebemos del vino.
—¿La amiga de tu novia es soltera, casada, tiene novio, amante, confidente?
Marcos me hace un interrogatorio, y eso pasa cuando le interesa algo o alguien.
—Y ese repentino interés, ¿no me digas que te gusta?