EVAN LYNCH
Desesperado, la llevé directo a la cama y comencé a buscar mi lugar, acoplando mi cuerpo al de ella mientras mis manos buscaban con insistencia su calor. Mi boca migró de norte a sur, regocijándome al morder sus muslos y saborear su piel, torturando con mi lengua su feminidad, bebiendo de ella hasta escuchar su voz entrecortada suplicando, repitiendo mi nombre con insistencia.
Mis noches eternas donde solo había pensado en ella, donde solo soñaba con poseerla, por fin se habían vuelto realidad. Durante la noche la había amado y consolado, la había convencido de ser mía y de que no habría un hombre más devoto a ella y a su corazón, pero justo ahora, lo único que quería era que se sintiera mujer, que sucumbiera ante el placer y satisfacerla. Quería que, de l