ASTRID
Fingía dormir.
Mi cuerpo reposaba bajo las sábanas, inmóvil, mientras mi mente corría como una loba en plena cacería. Mi respiración era suave, constante, y mantenía los ojos cerrados como si el sueño me hubiera reclamado por completo. Pero por dentro, estaba más despierta que nunca.
Escuché el crujido leve de la puerta al abrirse. Magnus. Reconocería sus pasos en cualquier lugar del mundo. Ese andar seguro, tranquilo, dueño de todo. Escuché el tintineo del vaso, el suave sonido del líquido vertiéndose… su rutina de todas las noches: una bebida fuerte antes de acostarse.
Sentí cómo se acercaba a la cama. Su aliento cálido me rozó el cuello, seguido de sus labios. Besos suaves, meticulosos, como si intentara seducir a una estatua.
Pero esta vez, no pasó de ahí.
Unos segundos después, su cuerpo se desplomó a mi lado, completamente inconsciente.
Me quedé quieta un poco más, solo para estar segura. No fue hasta que escuché su respiración volverse profunda y pesada que me atreví a m