La noche en la mansión Drakos era pesada, cargada de una tensión palpable. El silencio que envolvía los pasillos era interrumpido solo por los ecos de los pasos apresurados de los miembros de la manada, que se preparaban para la reunión crucial. En el salón principal, Vladislav se encontraba solo frente a la mesa de reuniones con las manos apoyadas sobre la madera, el rostro imperturbable pero con una mirada que quemaba con furia interna. La traición, la incertidumbre y la amenaza de Christian le pesaban como una losa sobre él.
El sonido de los pasos de los hombres que llegaban llenó la sala, rompiendo el ambiente de tensión. Blade, el primero en entrar, lo observó en silencio. El aire estaba cargado con la electricidad de lo que estaba por suceder.
—¿Dónde está Irina? —le preguntó Vladislav con su voz grave y fría, sin levantar la mirada de la mesa.
—Todavía no ha llegado, hermano —respondió Blade con el rostro marcado por la preocupación—. Es raro, ella antes nunca había faltado, c