Boda real.
Al día siguiente, el cielo estaba despejado y el clima perfecto. Estefan recibió la carta y le envío la respuesta, él esperaba junto al sendero que llevaba al lago. Vestía de forma más sencilla, sin la capa militar. Sólo una túnica azul oscuro y botas de cuero.
Wismeiry llegó, un poco nerviosa, con un vestido sencillo color crema y un chal para protegerse del viento.
—Creí que no vendrías— dijo Estefan, extendiéndole el brazo.
—Tampoco está tan lejos el castillo— dijo ella, seria pero sin frialdad. —Si pasa algo, puedo regresar.
—No voy a dejar que te pase nada— prometió él, sincero.
Caminaron bordeando el lago, en silencio al principio. El sonido del agua, el crujir de las hojas secas bajo sus pies y las aves cantando rompían la tensión.
—Nunca imaginé que la vida de los nobles fuera tan compleja— dijo Wismeiry, rompiendo el silencio.
—Y yo nunca imaginé que tú supiera usar tan bien un palo para espantar bandidos— respondió Estefan con una sonrisa.
Ella río, algo más