Capítulo 7: Las páginas ocultas
La madrugada era un suspiro helado cuando Elia encendió la lámpara de aceite y se sentó frente al libro. El solo hecho de tenerlo abierto frente a ella volvía el aire más denso, como si algo invisible se cerrara sobre sus hombros. Su piel se erizaba cada vez que rozaba la cubierta, y su pulso se aceleraba sin razón aparente, como si su cuerpo recordara lo que su mente aún no alcanzaba a comprender.
El símbolo de la garra grabado en la tapa parecía más profundo bajo la luz cálida, como si no fuera un grabado, sino una herida que aún sangraba.
Lena dormía en la habitación contigua. O al menos, fingía hacerlo. Elia sabía que entregarle ese libro no había sido un gesto casual. Era una grieta abierta. Un puente entre secretos antiguos y una verdad que ya no podía ignorar.
Abrió la primera página.
Las runas eran complejas, pero el idioma común aparecía en fragmentos intercalados, como si el autor supiera que algún día alguien como ella necesitaría entenderlo.