Killian
Despierto en un lugar desconocido, con la cabeza doliendo como si alguien hubiera decidido golpearme con un martillo. Mis manos están atadas, mi cuerpo parece no responder y la oscuridad que me rodea es tan espesa que apenas puedo distinguir las sombras a mi alrededor. No puedo recordar cuánto tiempo he estado aquí ni qué exactamente me sucedió.
Todo es borroso, como si estuviera mirando a través de una neblina espesa que no puedo atravesar. Mi mente me traiciona, pero hay algo que sí reconozco, algo que sobresale por encima de la confusión. Su rostro. Ariana.
No estoy seguro de cuándo, ni cómo, pero ella ha estado cerca. Su rostro aparece en cada uno de los recuerdos rotos que cruzan mi mente. Está ahí, siempre presente, y eso, en medio de todo este dolor y sufrimiento, es lo que me da una pizca de claridad.
Intento moverme, pero un espasmo recorre mi cuerpo, un dolor agudo que me hace jadear. La tortura no se detiene con las cadenas. No importa si ya no estoy atrapado entre