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Cristian intentó evitar que su amigo ingresara por completo a su oficina. Más, sin embargo; ya era muy tarde. Javier entró como alma que se la lleva el diablo para decirle a su amigo y a la vez asistente que pidiera un arreglo floral y que lo enviaran a casa, especialmente para su esposa.

Al ver a la mujer que estaba sentada en la silla de espera, se quedó paralizado, casi repitiéndose la misma escena de Cristian.

—No puede ser, ¡Cristian, qué significa esta maldita broma!— exclamó llevándose las manos a la cabeza negándose a creer que es real.

—No he muerto como te lo hicieron creer. Perdónenme ambos, no ha sido mi intención asustarlos con mi presencia.

La mujer expresó su preocupación disfrazada de una sonrisa.

Javier la abrazó. La apretó tanto a su pecho que ella tuvo que empujarlo para que no le fracturara los huesos.

—Estoy tan feliz de saber que estás bien—. Le hizo saber Javier.

Ella también se sintió feliz de volver a su lado.

—Vamos, es hora de almorzar, te llevaré al lugar
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