Capítulo 113. Las lágrimas de un verdugo.
Dante
Las palabras de mi padre me atravesaron como cuchillos al rojo vivo. Sé que debíamos rescatar a mi prima; sin embargo, no podía dejar de preguntarme: ¿Qué pasaría si no llegábamos a tiempo a rescatar a Elizaveta? ¿Si moría? Jamás me lo perdonaría.
El corazón se oprimió en mi pecho, el dolor me atravesó como una filosa espada. Elizaveta, me repetí como un mantra. Me había gustado desde que la vi, pero había enterrado en lo más recóndito de mi pecho ese sentimiento, porque la creía una traidora, no confiaba en ella, la creía igual a su hermana.
No pude evitar recordar cómo la tomé sin la mínima delicadeza… y contuve el grito que amenazaba con escapar de mi garganta.
—Elizaveta
El nombre me quemó por dentro. Porque al pensarla, solo la veía a ella. A esos ojos grises que me miraron con súplica, con una confianza que no merecía cuando me ayudó a escapar. Me quedé paralizado, el corazón latiéndome como un animal herido en el pecho.
"Es una niña, Dante. Tan solo tiene diecisiete