Cap. 136. La felicidad duró lo que tarda en vibrar un celular.
Narrador omnisciente.
—¿A dónde vamos?
—A celebrar nuestra noche de bodas como se debe. Nuestra luna de miel será después de nuestra gran ceremonia — le respondió Alexandros pícaro y con una ceja levantada—. El helicóptero nos espera.
—¿Cómo qué helicóptero?—inquirió ella con entrecejo fruncido.
—No me casaría contigo con un oficial civil en pantuflas sin compensarlo con estilo —guiñó un ojo.
Maite se rajó en carcajadas.
Cuarenta minutos después, Maite bajaba atónita del helicóptero qué aterrizó frente a un hotel con columnas de mármol blanco, de fachada iluminada con luces tenues y doradas, y en la entrada tenía un logo que indicaba qué era el más exclusivo de toda Grecia.
Ella no tenía idea de cómo Alexandros había conseguido una suite allí con tan poca antelación.
«De qué me sorprendo, si con él, todo es posible», se dijo internamente.
Maite se quitó los tacones en el ascensor, exhausta pero divertida.
—Yo quería regresar a casa con los gemelos, abrazarlos— soltó Maite en un