Estoy enamorado.
El rostro sonriente de su hermano apareció en la pantalla de su ordenador y quiso darle un puñetazo al maldito.
—Vaya, te ves como la mierda misma, hermanito —saludó Francis.
—¿Sabes? Ahora mismo quiero golpearte. —La risita de su hermano no ayudó—. ¿Cómo pudiste, Francis? ¿Cómo pudiste hacerme…?
—Ah, ya lo sabes. —Apretó su mandíbula, sus dientes crujieron—. Sé que una disculpa no servirá de nada y no pretendo disculparme por algo que solo hice por tu bien. ¿Quieres odiarme? Adelante.
—Dios… —Inhaló hondo y exhaló lento—. No sé exactamente cómo sentirme ahora mismo. Estoy tratando de entender tus motivos, en serio, pero me está costando mucho. Y, no, no te odio.
—Bueno, gracias. —Soltó un bufido y se echó hacia atrás, contra el respaldo del sofá. Sus ojos fijos en la pantalla, en los ojos de su hermano—. Me preocupo por ti, Andrew, siempre lo hice. Pero en el último año has estado haciendo mucho, dando más de ti mismo y has descuidado por completo otros aspectos fundamentales de tu v