El resumen.
Sería un vil mentiroso si dijera que durmió bien. Si alcanzó a dormir tres horas, era mucho. Su aspecto no era el mejor. Bolsas oscuras adornaban debajo de sus ojos, la barda incipiente de dos días, su cabello lucía descuidado, rebelde y sin peinarse correctamente, como cuando era joven. Ni siquiera intentó vestirse pulcramente. Al menos, estaba “presentable”.
Lo primero que hizo, luego de su rutina de aseo y todo lo que conllevaba, llamó a su oficina. No le sorprendió que su asistente ya estuviera en la empresa. Algo había cambiado cuando intercambiaron los saludos de buenos días. No pasó desapercibido el tono apagado y débil con el que su asistente le habló. Ella no le mencionó ni le reclamó por haber dejado la oficina sin tomarse el analgésico. Tampoco hubo algún comentario ingenioso. No hubo nada y le recordó a la Johari de los primeros días de trabajo, a la joven mujer que recién comenzaba a relacionarse con el sistema y las tareas asignadas a su puesto laboral. Sintió una punza