A la m****a todo.
No sentía ánimos de nada. No tenía ganas siquiera de hablar. Todo lo que había estado sucediendo… lo cansó. Su estado mental era un caos. Tantas cosas por resolver, tantos problemas que necesitaban solución. La junta que duró casi todo el maldito día, la destitución de Delclaux, la relación amorosa con su asistente y de la que ahora los miembros de la Junta Directiva ya sabían, el hecho de que lo juzgaron, como si hubiera cometido algún delito, sentirse miserable, herido, frustrado, dolido… traicionado.
Todo había sido demasiado y aún no finaliza el día. Había tantas cosas que le quedaban por hacer antes de irse a casa y en casa le esperaban otras cosas. Su cabeza estallaría en cualquier momento, su cuerpo se sentía pesado y temía desmoronarse de un momento a otro. Estaba casi seguro de que se enfermaría, lo podía sentir en sus entrañas.
—Señor, ¿está bien? ¿Necesita que le traiga algo, agua, café, analgésicos, algo de comer? —Entró a la oficina, seguido de su asistente—. No lo veo bi