Ella estaba casi impresionada con la rapidez con la que su jefe logró encerrar todas sus emociones detrás de una máscara profesional.
—No. Solo unas pocas cosas en mi mente. Ya pasará. A decir verdad, no he estado durmiendo demasiado bien y creo que podría tomarme la próxima hora para mí. Quizás duerma una pequeña siesta. —¿En su oficina? ¿Necesita alguna cosa? —preguntó, ahora ella sorprendida. —De hecho, reprograma la reunión de esta tarde para el lunes a primera hora. —Entrecerrando los ojos, asintió—. Gracias, Johari. La sorpresa seguía dibujada en su rostro mientras miraba a su jefe entrar rígidamente a su oficina. ¿Desde cuándo su jefe, adicto al trabajo que casi no conocía el significado de una buena y adecuada noche de sueño, echó una siesta en medio del día? La sola idea era incluso más preocupante que saber que algo estaba molestando a su jefe. Una cosa era que estuviera molesto por algo, pero ¿coincidir con un agotamiento inusual? Y sí, ella sabía que su jefe no dormía bien. Esto por el propio Francis, hermano mayor de su jefe, que en una ocasión le había dicho a ella que alentara, sutilmente, a su jefe a descansar y delegar un poco el trabajo. Cosa que hasta el momento no pudo lograr. —Kitty, estoy preocupada por él —murmuró, mirando al muñeco de felpa. Arreglar el horario para retrasar una reunión no era un gran inconveniente. Ya lo había hecho muchas veces en el pasado. Llamó a la asistente de CEO Smitch, Laura, y le pidió disculpas por molestarla a último momento. Laura fue gentil y amable, y le había dicho que no se preocupara y, entre las dos, programaron la reunión para el día lunes a las once de la mañana. Se sintió tranquila al saber que no habría problema alguno con el CEO Smitch por postergar la reunión. Sin embargo, la tranquilidad también significaba que podía reflexionar sobre lo que le pasaba a su jefe. En algún punto, pensó que no debería molestarse demasiado. Después de todo, todos tenían sus días bajos y, a veces, eso duraba más de un día. Y tampoco era que su jefe fuera un hombre joven. Por lo tanto, podría ser que su jefe estuviera padeciendo de algo o simplemente desacelerando. —No, no y no. Eso no. Él no está enfermo ni nada —musitó para sí. Bien. Por supuesto, su jefe no se estaba volviendo más joven, pero una persona no comenzaba a desmoronarse de la noche a la mañana. Si esto estuviera ocurriendo, ella habría visto las señales mucho antes. Además, si tenía en cuenta que ella misma había visto los resultados de los exámenes médicos de su jefe cuando estos llegaron a la oficina por correspondencia, podía decir, con toda certeza, que el hombre gozaba de una salud espléndida. Y sí, hasta ese punto conocía al guapo hombre. Sin embargo, seguían siendo cosas superficiales. Unos exámenes médicos no le decían lo que ella quería saber realmente. —Muy bien. Nada grave está pasando. Él no está enfermo. Ahora, Johari, concéntrate en tu trabajo real —refunfuñó, regañándose a sí misma. El trabajo real terminó siendo revisar la bandeja de correos electrónicos. Si había algo en su día con lo que podía tratar, era purgar los correos spam. Generalmente era responsable tanto de su propio buzón de correos electrónicos como el de su jefe. Y, siendo realista, los correos spam podrían atiborrarse si no eran eliminados. La mayoría de las veces, sin embargo, terminaban siendo cientos de mensajes en cada casilla que tenía que revisar y eliminar, guardar o marcar para su consideración posterior. Hacer esta tarea le sirvió para enfocar su mente, dejando de lado pensamientos que no la llevarían a nada. Su propia bandeja de entrada había sido la primera en su lista y se sintió consternada al encontrarse con centenares de mensajes. La mayoría de las veces solo requería una breve mirada a cada mensaje antes de que pudiera decidir si eliminar o no, pero algunos tenían que ser leídos completamente antes de tomar una decisión. La labor terminó, consumiendo casi una hora y mantuvo sus pensamientos alejados de sus preocupaciones. —Bueno, Kitty, creo que me merezco una taza con café. —Se puso de pie y rodeó el escritorio—. Ahora regresó.Cinco minutos después, volvió a ocupar su puesto con una taza humeante y caliente de delicioso café expresso. Bebió con parsimonia mientras miraba la pantalla de su computadora. Todavía quedaba revisar la bandeja de correos electrónicos de su jefe. Suspirando y regalando una rápida mirada a Kitty, se centró en todo el trabajo que aún quedaba por delante. Al abrir el primer mensaje, examinó su contenido antes de decidir que no era necesario. Su decisión de tirarlo a la papelera la detuvo en seco cuando se dio cuenta de que ya había algo en la carpeta. Sinceramente, no importaba si era ella quien lo leía o su jefe, pero siempre era ella quien tomaba la decisión de borrar los correos electrónicos. Su jefe le había dado acceso extraordinario, lo que conllevaba a leer cada mensaje y la decisión de qué conservar y de qué deshacerse, aunque solo sea porque podría haber algo en esos mensajes que ella podría necesitar. Lo cierto era que ella no había borrado ningún mensaje anterior, tal fue la razón de su sorpresa cuando se percató de que su jefe había borrado uno. —Dios, él podría haber borrado algo importante —musitó mientras abría la carpeta. Entrecerró los ojos cuando leyó el título del asunto: «No querrás que las personas vean esto, ¿verdad? No te conviene». Había un archivo adjunto, un archivo de vídeo. Su corazón comenzó a latir con brío mientras colocaba el cursor sobre el enlace, reflexionando sobre lo que debía hacer. Por un lado, claramente no estaba destinado a sus ojos. Por otro lado, obviamente había algo muy mal con este mensaje y no estaba segura de poder dejarlo a un lado cuando parecía que alguien estaba amenazando a su jefe. Ella no podía permitir esta atrocidad. Hizo clic. El programa tardó unos segundos en descargar el archivo, luego, apareció un vídeo de un minuto y medio en el reproductor incorporado. Hizo clic en el botón de reproducción… Todo a su alrededor dejó de importar mientras, estupefacta, miraba la pantalla de su computadora con el vídeo en curso. Los primeros segundos fueron tomados desde la perspectiva de alguien acostado boca arriba. Se podía ver un dormitorio al fondo, con el desorden de un par de pantalones arrojados sobre una silla de escritorio, un ordenador portátil y un armario. Mucho más impactante era el hombre, muy desnudo, que estaba en el centro de la toma… Era su jefe, el CEO Tanner. La cámara permaneció enfocada, lo suficientemente baja como para que ella pudiera ver que no parecía que parte de la sal en el cabello de su jefe se hubiera deslizado hasta su ingle. En medio de la conmoción total de lo que estaba viendo, una parte de su cerebro no pudo evitar pensar que su guapo jefe estaba en muy buena forma para alguien más cercano a los cincuenta que a los cuarenta. A la luz del sol que venía de algún lugar detrás de la cámara, podía ver casi todos los detalles del cuerpo de su jefe de cintura para arriba. El cuerpo todavía estaba tenso por los músculos, aunque tal vez no tenía la definición que tendría un hombre más joven. Se podía ver la piel bronceada desprovista de vello corporal que iba desde el pecho hasta el estómago plano. Sus brazos se veían aún más impresionantes sin su habitual traje de tres piezas y, Dios la ayude, su respiración se entrecorta al ver los músculos moverse y flexionarse. Nunca estuvo más feliz de haber silenciado hace mucho tiempo el sonido de su computadora después de estar lo bastante irritada por el sonido de alerta de nuevos correos electrónicos. Y, entonces, en el vídeo, vio cómo su jefe se inclinaba, con una sonrisa maliciosa en su rostro, mientras pasaba sus manos por los grandes senos de la persona que estaba filmando. Ella no necesitaba que la cámara se desplazara hacia abajo para mostrar las piernas abiertas, de la cineasta, en una invitación pecaminosa para su jefe. Ella continuó sentada y congelada, con una mezcla de completo shock y creciente excitación mientras el vídeo continuaba reproduciéndose hasta el final. Observó cómo su jefe, un hombre por el que había sentido una atracción silenciosa durante casi un año y medio, descendía por el cuerpo de la cineasta. Se depositaron besos ligeros sobre los grandes senos, bajando por el vientre hasta terminar en medio de las piernas abiertas. La cámara se sacudió un poco mientras la boca de su jefe continuaba esparciendo besos en la parte íntima de la mujer, tomándose su tiempo para excitarla mucho más de lo que ya estaba. El vídeo finalizó con el rostro satisfecho de su jefe a la vista de la toma. De todas las emociones que había visto en el rostro de su jefe, ella nunca antes había visto pura excitación. La lujuria prácticamente irradiaba de los ojos azul cielo del hombre mientras permanecía encerrado en la pantalla. Y aunque en realidad no estaba dirigido a ella, no pudo evitar sentir el efecto de la expresión…