VICTORIA
Siento mi cuerpo pesado, mis ojos arden, pero no puedo abrirlos del todo; un constante cosquilleo en las palmas de mis manos y pies no me deja asimilar que estoy despertando, pero.
—¡Mi bebé!
Es lo primero que logro decir; no sé si lo grité o si se escuchó como un susurro, es como si hubiera perdido noción de la realidad, pero mi niña nunca podría olvidarla, eso jamás.
—Hola, amiga, ¿cómo te sientes? —Reconozco su voz, es Charlotte.
—Yo…yo yo —tartamudeo, quiero hablar, juro que quiero, pero es como si no tuviera fuerzas o me las hubieran quitado. Toco mi vientre, como dando alguna señal de lo que quiero y no puedo decir.
—Es hermosa, perfecta, no te preocupes, solo que nació antes de tiempo y la están atendiendo, pero está bien, lo hiciste bien.
No puedo evitar llorar, lo que tanto evité, por lo que luché hasta agotar mis fuerzas, mi princesa, pero ella me pide que me calme. Un sonido como de alarma se empieza a alterar. Me siento tan culpable, tan mala madre. Yo le hice es